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miércoles, 8 de agosto de 2012


21 de agosto      Cracovia

Madrugando una vez más, rápido desayuno con excelentes mantequillas y tostadas que han tenido que improvisar para nosotros (no es costumbre aquí el tomar el pan tostado), y salimos para visitar la que se siente como la capital espiritual de Polonia. Son más de 300 km.
El sol ya está sobre el horizonte y nos permite ir contemplando la campiña polaca: campos con los pastos aun sin segar, setos boscosos separando las fincas, casitas de campo y perdidos cementerios… Dejamos a un lado Wroclaw y otra gran ciudad, Opole. La autovía E40 nos acerca a nuestro destino.
Cracovia (en polaco Kraków), es la capital del voivodato de la Pequeña Polonia (Województwo małopolskie) y una de las ciudades más grandes y  antiguas de Polonia. Con una población superior a los 700.000 habitantes, está situada en las márgenes del río Vístula.

Cracovia durante gran parte de la historia polaca fue la capital del país. Por eso, todavía es el corazón de Polonia para muchos polacos. En el siglo XVIII, como toda la Pequeña Polonia pasó a manos del Imperio Austriaco, tras la 1º guerra mundial Alemania heredera de parte de ese imperio, debe cederla a Polonia, vuelta a ocupar por Alemania, para después de la 2º  guerra pasar definitivamente a Polonia Es uno de los centros turísticos actuales más importante de Europa
Los edificios más destacados de la ciudad son el Castillo Real y la catedral en la colina Wawel, donde el rey Władysław Jagiełło fue enterrado.

Atravesando el Vístula, aparcamos en las inmediaciones de la colina Wawel y nos disponemos a subir por unas cómodas cuestas, con sus muros repletos de placas conmemorativas de los judíos y otros polacos asesinados por nazis,  hasta encontrarnos con la Catedral de San Wenceslao y San Estanislao, gótica construcción de 3 naves y ricamente decorada, con unos impresionantes huesos de ballenas en su pórtico, que harán alusión a la leyenda del dragón que tenía  su cueva bajo esta colina hasta que fue vencido por un humilde zapatero, que como premio recibió la mano de la hija del rey Krak, el fundador de la ciudad. En la misma colina admiramos los pórticos renacentistas del Castillo Real y los bellísimos aposentos regios ornamentados con tapices flamencos, obra de los grandes maestros del renacimiento. De una belleza particular es la Sala de los Diputados, con la original decoración del techo, cuyos artesones de madera presentan tallas de cabezas humanas policromadas.
 
Desde allí marchamos hacia la  ciudad vieja (Stare Miasto) con su bella y rica arquitectura gótica, renacentista o barroca y  catedrales y palacios con gran riqueza de color y detalles arquitectónicos. Entre ellos los de su bella plaza; la plaza de mercado (200 metros cada lado); docenas de viejas iglesias y museos; los edificios del siglo XIV de la Universidad Jagellónica; y Kazimierz, el centro histórico de los judíos de Cracovia.


En la plaza nos detenemos ante a basílica de Santa María iglesia de estilo gótico, Comenzada en 1355 por los vecinos de Cracovia para rivalizar con la Catedral de Wawel, la construcción hecha de ladrillos duró todo el siglo XIV con tres naves y dos torres cuadradas y de distinta altura. La más alta (80 m), acaba con un casco gótico puntiagudo y está adornada por una corona dorada. Desde la parte superior de esta torre cada hora un trompetista toca el Hejnał mariacki, una melodía tradicional polaca que se transmite a mediodía a través de la radio a  todo el país. Conmemorando que en el siglo XIII un trompetista fue asesinado por un disparo en la garganta mientras hacía sonar la alarma antes de que llegara una invasión mongola.
Paseamos por la hermosa plaza, una de las más grande de Europa, con su edificio renacentista para mercado de telas, hoy de tiendas de recuerdos, y numerosos puestos callejeros en el exterior. Destacan los objetos de plata y de ambar, que no podemos dejar de adquirir. Diversos grupos folklóricos amenizan con canciones populares polacas .
Es poco el tiempo del que disponemos para visitar tan rica ciudad, si además queremos ir a Auschwitz, por otra parte obligada visita. Se encuentra a 43 km de Cracovia y el campo de concentración que allí construyeron los nazis para asesinar a más de 2 millones de judíos, es un monumento a  la crueldad humana que no conviene olvidar.
Se encuentra perfectamente conservado, tal como lo dejaron los alemanes, antes de su liberación por el ejercito rojo. Alambradas, barracones, edificios de rojos ladrillos desvaídos, que fácilmente pueden trasladarnos a aquellos años de terror y sufrimiento. En su entrada el tristemente famoso”Arbeit macht frei (el trabajo hace libre), que por si solo expresa todo el cinismo y la crueldad de aquellos nazis. El escenario se impone y nos sobrecoge a todos, es una mala experiencia la que vamos a tener, pero hay que tenerla, ya sea por conmemorar la memoria de tantas victimas o para reafirmarnos en la necesidad de que nunca más haya holocaustos como éste. Salas con los restos de los objetos que familias enteras traía a su entrada: monturas de gafas, prótesis, maletas, ropas, cabellos… en un macabro depósito que a sólo la “eficacia” alemana  se le ocurriría aprovechar.
También aquí perdieron su vida grupos de represaliados españoles sobrevivientes de nuestra guerra civil que tuvieron la mala fortuna de caer en las manos de los nazis. Al menos con unas velas quisimos honrar su recuerdo.
Los barracones donde dormían hacinados como animales, Los hornos en los que se deshacían de los cuerpos, los patíbulos y lo que fueron las cámara de gas, completan este macabro espectáculo y nos hacen desear abandonar tan horrendo lugar, aunque dejando huella en nuestra memoria y en nuestras conciencias. ¡¡¡Nunca más!!!

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