21 de agosto Cracovia
Madrugando una vez más, rápido
desayuno con excelentes mantequillas y tostadas que han tenido que improvisar
para nosotros (no es costumbre aquí el tomar el pan tostado), y salimos para
visitar la que se siente como la capital espiritual de Polonia. Son más de 300
km.
El sol ya está sobre el horizonte
y nos permite ir contemplando la campiña polaca: campos con los pastos aun sin
segar, setos boscosos separando las fincas, casitas de campo y perdidos
cementerios… Dejamos a un lado Wroclaw y otra gran ciudad, Opole. La autovía
E40 nos acerca a nuestro destino.
Cracovia
(en polaco Kraków),
es la capital del voivodato
de la Pequeña Polonia (Województwo małopolskie) y una de las
ciudades más grandes y antiguas de Polonia. Con una población superior a los
700.000 habitantes, está situada en las márgenes del río Vístula.
Los edificios más destacados de la ciudad son el Castillo Real y la
catedral en la colina Wawel, donde el rey Władysław Jagiełło fue enterrado.
Atravesando el Vístula, aparcamos en las
inmediaciones de la colina Wawel y nos disponemos a subir por unas cómodas
cuestas, con sus muros repletos de placas conmemorativas de los judíos y otros
polacos asesinados por nazis, hasta
encontrarnos con la Catedral de San
Wenceslao y San Estanislao, gótica construcción de 3 naves y ricamente
decorada, con unos impresionantes huesos de ballenas en su pórtico, que harán
alusión a la leyenda del dragón que tenía
su cueva bajo esta colina hasta que fue vencido por un humilde zapatero,
que como premio recibió la mano de la hija del rey Krak, el fundador de la
ciudad. En la misma colina admiramos los pórticos renacentistas del
Castillo Real y los bellísimos aposentos regios ornamentados con tapices
flamencos, obra de los grandes maestros del renacimiento. De una belleza
particular es la Sala de los Diputados, con la original decoración del techo,
cuyos artesones de madera presentan tallas de cabezas humanas policromadas.
Desde allí marchamos hacia la ciudad vieja (Stare Miasto) con su bella y rica arquitectura
gótica, renacentista o barroca y catedrales y palacios con gran riqueza de
color y detalles arquitectónicos. Entre ellos los de su bella plaza; la plaza
de mercado (200 metros cada lado); docenas de viejas iglesias y museos; los
edificios del siglo XIV de la Universidad Jagellónica; y Kazimierz,
el centro histórico de los judíos de Cracovia.
En la plaza nos detenemos ante a basílica de
Santa María iglesia de estilo gótico, Comenzada en 1355 por los vecinos de
Cracovia para rivalizar con la Catedral de
Wawel, la construcción hecha de ladrillos duró todo el siglo XIV
con tres naves y dos torres cuadradas y de distinta altura. La más alta (80 m),
acaba con un casco gótico puntiagudo y está adornada por una corona dorada.
Desde la parte superior de esta torre cada hora un trompetista toca el Hejnał
mariacki, una melodía tradicional polaca que se transmite a mediodía
a través de la radio a todo el país. Conmemorando
que en el siglo XIII
un trompetista fue asesinado por un disparo en la garganta mientras hacía sonar
la alarma antes de que llegara una invasión mongola.
Paseamos por la hermosa plaza, una de las más
grande de Europa, con su edificio renacentista para mercado de telas, hoy de
tiendas de recuerdos, y numerosos puestos callejeros en el exterior. Destacan
los objetos de plata y de ambar, que no podemos dejar de adquirir. Diversos grupos
folklóricos amenizan con canciones populares polacas .
Es poco el tiempo del que disponemos para visitar
tan rica ciudad, si además queremos ir a Auschwitz, por otra parte obligada visita. Se encuentra a 43 km de Cracovia
y el campo de concentración que allí construyeron los nazis para asesinar a más
de 2 millones de judíos, es un monumento a
la crueldad humana que no conviene olvidar.
Se
encuentra perfectamente conservado, tal como lo dejaron los alemanes, antes de
su liberación por el ejercito rojo. Alambradas, barracones, edificios de rojos
ladrillos desvaídos, que fácilmente pueden trasladarnos a aquellos años de
terror y sufrimiento. En su entrada el tristemente famoso”Arbeit macht frei” (el trabajo hace libre), que por si
solo expresa todo el cinismo y la crueldad de aquellos nazis. El escenario se
impone y nos sobrecoge a todos, es una mala experiencia la que vamos a tener,
pero hay que tenerla, ya sea por conmemorar la memoria de tantas victimas o
para reafirmarnos en la necesidad de que nunca más haya holocaustos como éste.
Salas con los restos de los objetos que familias enteras traía a su entrada:
monturas de gafas, prótesis, maletas, ropas, cabellos… en un macabro depósito
que a sólo la “eficacia” alemana se le
ocurriría aprovechar.
También aquí perdieron su vida grupos de
represaliados españoles sobrevivientes de nuestra guerra civil que tuvieron la
mala fortuna de caer en las manos de los nazis. Al menos con unas velas
quisimos honrar su recuerdo.
Los barracones donde dormían hacinados como
animales, Los hornos en los que se deshacían de los cuerpos, los patíbulos y lo
que fueron las cámara de gas, completan este macabro espectáculo y nos hacen
desear abandonar tan horrendo lugar, aunque dejando huella en nuestra memoria y
en nuestras conciencias. ¡¡¡Nunca más!!!
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