17 de agosto. Viena
Salimos temprano y después del reconfortante desayuno que el
alojamiento llevaba incluido, pasamos la frontera con Austria y un paisaje cada
vez más verde y alpino nos va acompañando. Parada en Klagenfurt, con bosques de
abetos que bajan hasta la carretera y continuación de la ruta dejando al lado
Graf y maravillándonos con los bucólicos prados con orondas vacas lecheras
pastando y cabañas y casitas de maderas que no pueden menos que retrotraernos a
nuestros cuentos infantiles.
Pasado ya el medio día entramos en Viena, con algunas horas de retraso
según lo previsto. Así que poco tiempo tendremos para estar en esta imperial
capital. Amplias avenidas, hermosos parques, soberbios edificios… Nos apeamos
lo más cerca posible de su centro histórico. El edificio de la ópera nos
servirá como referencia, de allí nos apresuramos a aprovechar lo mejor posible
el escaso tiempo para la visita y nos dirigimos hacia su imponente catedral de
San Estanislao, por hermosas calles peatonales y con numerosos músicos
callejeros deleitándonos con sus violines, por algo es una de las grandes
capitales musicales del mundo.
La Catedral de San Estanislao (o San Esteban), gótica del S XIII,
con su pronunciado tejado de color , su
crucerío impresionante, el gótico negro (debido a un incendio), sus coloridas
vidrieras, la riqueza de sus retablos…
Probamos , como no podía ser menos, sus grandes salchichas, en nada
parecidas a las que tomamos aquí, y poco más nos queda que volver a coger el
autobús. Unas pocas horas en una ciudad que merecería días….
Desde el autobús nos tenemos que conformar con ver el Danubio, que
atravesamos por algunos de sus puentes para dirigirnos hacia Eslovaquia. Aquí
si una frontera en toda regla, con necesidad de mostrar el pasaporte a los
agentes que suben al autobús. Pequeñas
casitas de campo coronan la carretera y se aprecia ya un considerable menor
nivel de vida que la rica Austria que dejamos atrás. Poco estamos en tierras
eslovacas, lo justo para pasar a la vecina Chequía y desde aquí con las
primeras luces de la noche dirigirnos hacia Wroclaw ya en Polonia. La noche y
el cansancio acumulado nos hace interminable dicho trayecto al igual que a los
propios conductores que se despintan por las carreteras secundarias por las que
vamos e incluso no adentramos por lo que deben ser unas pistas forestales de un
bosque que a estas horas nos parece lúgubre y tenebroso. Si no llega a ser
porque vienen a por nosotros y nos guían difícilmente hubiéramos llegado a
nuestro destino en Strzegom.
Descubrimos que nuestro alojamiento allí va a ser en un convento, sin
habitaciones individuales y sí en pabellones comunes de más de diez personas.
Son más de las 2 de la madrugada, ya del día 18. Nos alojamos como podemos,
aunque con un profundo malestar por el tipo de alojamiento que desconocíamos
con anterioridad. No obstante el cansancio acumulado nos hace caer en un rápido
sueño.
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