"El viaje no acaba nunca.Sólo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos". José Saramago. "Lo mejor de los viajes es lo de antes y lo de después". Maurice Maeterlinck.
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jueves, 9 de diciembre de 2010
martes, 12 de octubre de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
Sevilla-Tenerife_1
30 de julio de 2010
Y desde ahí el azul del mar, un azul profundo que sólo aborregadas nubecillas, son capaces de romper. A los 15 min de vuelo debemos estar sobrevolando las proximidades del Estrecho de Gibraltar o la ruta hacia él, por la gran cantidad de barcos navegando allá abajo, tanto con rumbo Este como Oeste. Compruebo con la brújula de mi reloj, distorsiones aparte, que debemos llevar un rumbo SSE., sobre los 160º. El altímetro del reloj indica 2015 m msnm. , lo que debe ser un error dada la altura a las que navegan estos aparatos y estar ocasionado por la “presurización” de la cabina, ya que es un altímetro barométrico (la presión es de 756,7 mb).
El vuelo se va convirtiendo en un monótono ronroneo de turbina s, sobre ese interminable azul, que penachos de deshilachadas nubecillas acompañan. Aún nos deben quedar más de media hora de vuelo para aterrizar en el aeropuerto de los Rodeos y pisar después de 30 años, otra vez las tierras canarias. Cuán diferente ahora de cuando lo hicimos para incorporarnos a un Servicio Militar obligatorio y odiado.
A las 14:21 pasamos sobre un grupo de 3 islas o islotes, que nos anuncian que se trata de la Isla de Lanzarote. Las masas de nubes se hacen más compactas e impiden ya apreciar el mar allá abajo. Comienza el descenso y a las 15 h peninsular aterrizamos en el aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife Norte).Ajustamos nuestros relojes a la hora de las islas: son de nuevo las 14 horas.
Desde el aeropuerto unos autobuses recogen a los pasajeros que vamos hacia el mismo destino, el Puerto de la Cruz. Un tedioso recorrido de hotel en hotel, pero que nos permite al ir acercándonos por la autovía TF5, apreciar ya toda la belleza y verdor del Valle de La Orotava. Primeros plataneros y el azul profundo del mar, bajo un cielo grisáceo que nos acompañará en esta parte de la isla casi toda nuestra estancia. Son las nubes arrastradas por los”alisios” que quedan atrapadas por las primeras estribaciones de el Teide. Éste, tapado por esas nubes, no se nos muestra.
Por fin, casi 1:30 h después del aterrizaje, llegamos a nuestro hotel, el Dania-Magec. Alojamiento en la habitación 1032, nada lujosa pero suficiente. Y búsqueda de algún lugar para comer y primer contacto con la gastronomía canaria: papas arrugadas, mojos y unos choquitos y pulpitos a la plancha, de lo más delicioso. Descansamos en el hotel, piscina, cena y paseo nocturno por el Pto. de la Cruz: su Plaza del Charco, el puerto, con su homenaje a la mujer pescadora en forma de figura alegórica, la plaza de la Iglesia, sus coquetas calles peatonales con hermosas placitas rebosantes de flores y una cuidada jardinería. En la Plaza de Europa nos asomamos a unas murallas reconstruidas al estilo del antiguo baluarte y adornada con distintos cañones de época (S XVIII).
Copa relajada en la Plaza del Charco, amenizada en directo por un simpático cubano. Temperatura ideal, más bien fresca, que nos hace acordarnos de los calores dejados atrás.
Regreso al hotel, en C/ Cupido, y descanso sin sufrir las temperaturas nocturnas de allá…hasta al amanecer tenemos que buscar el abrigo agradable de alguna sábana.
Tenerife_2. Puerto. de la Cruz
31 de julio de 2010
Con la dificultad de adaptación de nuestro reloj biológico al horario de las islas, nos despertamos prontos y comprobamos que aún queda algo para el amanecer. Hoy tenemos decidido pasarlo aquí, callejear, familiarizarnos con el lugar y disfrutar del día de “playa” en los Lagos Martiánez.
Bajamos al puerto, donde encontramos venta de pescado en unos tenderetes a pie de muelle y en los escasos metros de playita del propio puerto, personas ya asentadas con sus sombrillas y bañándose. Se aprovechan hasta las propias escalerillas del muelle y su abrigo, para bajar al agua y darse un chapuzón.
Tras la plaza de Europa existe una zona acantilada (El Poniente ), con fuerte rompiente del oleaje sobre una rasa litoral, que como es propio de aquí, la forman negras rocas de origen volcánico. Se continúa por una pequeña playita seminatural, con obras sobre el roquedo para facilitar el acceso; es la Playa de S. Telmo. Y bordeado por un hermoso paseo marítimo aparecen los Lagos de Martiánez, singular recreación de Cesar Manríquez, de piscinas-playas artificiales, aprovechando los elementos del terreno: rocas volcánicas de diferentes tonalidades, construcciones al estilo popular y muretes encalados con rocas y empalizadas vistas.
Constituyen todo el conjunto varias piscinas naturales de agua del mar y con profusión de captaceas y otras plantas crasas, o palmeras en las zonas ajardinadas, con lagos, islas, pasarelas y paseos integrados en un todo armónico paisaje .Las diferentes tonalidades azules de las láminas de agua, al reflejar el color de sus fondos, las fuentes, el blanco de los muretes o el marrón de las empalizadas, conjugan a la perfección. Al igual que los distintos troncos de árboles secos y trabajados por los vientos, que a modo de monumentos naturales adornan el recinto. Algunas esculturas móviles, del propio autor, que juegan con los vientos, completan el lugar.
Pasamos un auténtico día de baño, en este “mar domesticado, y a la vez exótico y por el módico precio de 3,50€ (tumbonas y sombrillas aparte).
Cena en el hotel, relajado paseo nocturno, terminando siempre en la Plaza del Charco y en sus actuaciones en directo. Aquí planificamos lo que vamos a hacer otros días…
Tenerife_3 . Santa Cruz de Tenerife-La Laguna
Desayuno en el hotel tipo bufé y recogida del coche que hemos alquilado para estos días en las islas (un Seat Ibiza). Salimos para Sta. Cruz, la capital, por la TF5 que ya tomamos cuando vinimos del aeropuerto. Los nombres genuinamente canarios se suceden en las salidas de la autovía: Orotava, Matanza, El Sauzal, Taraconte, La Laguna….La autovía sube unos cientos de metros y allí penetramos en el interior de una de las nubes que quedan atrapadas aquí, dándole a todo un aspecto otoñal. Entramos en la capital buscando el puerto, para llegar a la plaza de España. Cuántos recuerdos, de cuando hace más de 30 años, desembarqué aquí, proveniente de Cádiz a bordo del J.J. Sister. Todo me parece más pequeño, menos monumental…
Paseo por sus calles, poco transitadas en un día de domingo caluroso como éste. Visita obligada a los restos del Baluarte de San Cristóbal, encontrados con ocasión de la remodelación de la plaza de España y conservados in situ en una galería subterránea. Allí se explica el sistema defensivo que tuvo la isla, con un conjunto de baluartes y castillos, muchos de ellos aún conservados, aunque no en la capital, dado los frecuentes ataques de los ingleses en el XVIII. Entre otras piezas curiosas, se expone el cañón denominado El Tigre, al que se le atribuye el dudoso “honor” de haber arrancado el brazo a Nelson.
Desde aquí paseamos por la peatonal calle del Castillo, hasta la plaza del General Weyler, para alcanzar luego el Parque de García Sanabria, un oasis de frescor en esta calurosa mañana. La flora subtropical propia, o la tan bien aclimatada aquí, nos ofrecen su sombra o sus variados colores. Encontramos Flamboyanes, tulíperos del Gabón, hibiscos rojos y amarillos, aves del paraíso, plataneras,…Y un curioso jardincillo de plantas aromáticas: mentas, salvias, hierbabuenas…
Desde aquí paseamos por la peatonal calle del Castillo, hasta la plaza del General Weyler, para alcanzar luego el Parque de García Sanabria, un oasis de frescor en esta calurosa mañana. La flora subtropical propia, o la tan bien aclimatada aquí, nos ofrecen su sombra o sus variados colores. Encontramos Flamboyanes, tulíperos del Gabón, hibiscos rojos y amarillos, aves del paraíso, plataneras,…Y un curioso jardincillo de plantas aromáticas: mentas, salvias, hierbabuenas…
Dejando este parque y su frescor, sólo las playas podían ser nuestro objetivo. En dirección norte salimos de Santa Cruz, buscando San Andrés y la Playa de las Teresitas. Dejamos atrás un paisaje de muelles y destartaladas instalaciones portuarias. En Las Teresitas, ante un mar esplendido, de un color que va del turquesa al azul más puro, nos cobijamos bajo unas palmeras sembradas en la misma playa. Playa “regenerada”, según nos cuentan, con arenas rubias traídas del desierto del Sahara hace unos años. Esa arena y el fuerte viento que sopla hoy nos hace nuestra estancia menos placentera; la arena nos impacta a veces con verdadera fuerza. No obstante, el baño obligatorio en tan transparentes aguas, nos hace resistir y disfrutar de este clima. Los altos montes que abrazan la playa, con su aridez y sus cactus, o el mismo pueblecito de San Andrés, que trepa sobre ellos, nos ofrece el contrapunto a la placidez de estas aguas.
Vamos luego a La Laguna, ciudad de los Adelantados de Castilla y cargada de historia. Saliendo de la autovía TF5, ya familiar para nosotros, nos acercamos a un centro histórico bastante bien conservado y plagado de casas señoriales y palacios de la época. En la plaza del Adelantado, tomamos un refresco e iniciamos nuestra visita. Iglesias y conventos (Sta. Catalina, Iglesia Catedral, de la Concepción,…), de los siglos XVI y XVII; Palacios y distintas casas solariegas de los notables de Castilla, se suceden unas tras otras por unas calles empedradas que son toda un muestrario de historia. Balconadas canarias, canterías esquineras de colores oscuros, puertas ornamentadas, dan singularidad a este arte canario. El retoque de las campanas de la Iglesia de la Concepción ayudan al ensueño y a vivir más intensamente tanta sucesión de estilos artísticos (renacimiento, mudéjar, barroco…).La importancia de La Laguna, como capital política de la conquista y administración de las Islas, queda claramente reflejada en tanta monumentalidad.
De nuevo en el Puerto de la Cruz, descansamos para mañana visitar el Teide.
Tenerife_4 Subida al Teide
2 de agosto de 2010
Saliendo de la TF5 por la Cuesta de la Villa, ascendemos por el Valle de la Orotava, con parada obligatoria en el mirador del Humboldt, para quedarnos maravillados, al igual que el insigne explorador, con la visión de todo un valle verde que desciende y se funde con el azul profundo del Atlántico. Salpicado de construcciones, pero perfectamente integradas entre los cultivos de plataneras y un horizonte de nubes bajas, que por ahora nos impiden ver el Teide. En las zonas más altas de las laderas distinguimos los bosques de pinos, que por su porte cónico deducimos que se tratan de Pinos de Monterrey ( Pinus radiata), fruto de repoblaciones una vez que se talaron los autóctonos pinos canarios. Proseguimos la subida por una buena carretera, con suave pendiente pero continua. Vamos así atravesando todos los pisos de la vegetación canaria, desde el infracanario de la costa, hasta el supracanario del Teide.
El paisaje se llena de verdor cuando recorremos lo que sería el bosque de larusilvas, con sus loros (laureles), como vegetación predominante y sobre todo el más amplio del bresal-fayal, que gana terreno al laurisilva degradado.
Otras paradas, cuando hemos dejado ya abajo un mar de nubes, y ahora sí, se nos aparece el Teide con toda su majestad. La aridez de su pico, contrasta con el verdor que aún nos acompaña. Estamos en el Parque Natural de la Corona Forestal, que cual anillo abraza al Teide propiamente dicho. Desde aquí se aprecian tanto las repoblaciones con pinos de Monterrey, como los pinos canarios, menos cónicos y regulares que los anteriores. Pero lo que realmente nos cobijan en estos miradores (La Caldera o La Piedra), son los brezos mezclados con masas de faya (Myrica faya). Pasamos junto a distintas elevaciones (Montaña roja, Negra, mostaza, blanca), que aluden a las distintas tonalidades de un suelo, que cada vez reúne más características de los denominados malpaíses, despoblados ya de casi toda vegetación arbórea y hasta arbustiva.
En la intersección con la carretera que sube desde Santa Cruz (Tf24), entramos ya en las denominadas cañadas: terrenos desnudos de coladas volcánicas alternadas con piroclastos, con distintas texturas y tonalidades. Atravesamos los dominios propios de la geología volcánica, con un cielo limpio y un sol abrasador. Pobreza de vegetación; codesos, siemprevivas, escobones, pero muy ralos. Hacemos otra parada, para observar ya el pico del Teide sobre nuestras cabezas y sus pronunciadas pendientes, y este paisaje casi “marciano” de lavas y tonos ocres y rojizos, surcados a veces por coladas más recientes de colores más oscuros (casi negras). Unos paneles nos indican que desde allí se puede distinguir lo que fue una antigua cantera de extracción de piedra pómez, los colores más claros, casi blanquecinos, lo delata.
Llegamos a la base del teleférico (2345 msnm), en el que después de una espera de casi una hora y media, montamos para desplazarnos casi hasta la base del pico (3530 m). Previamente y mientras esperábamos, hemos podido observar a nuestras anchas al lagarto tizón, que tranquilamente se calentaba sobre las oscuras piedras de los muretes. La impresionante altura que nos salva el teleférico en apenas 10 minutos, nos permite contemplar aún mejor toda la geografía de este espacio.
Una vez arriba, tomamos en primer lugar la senda que en dirección NE. nos conducirá hasta el Mirador de la Fortaleza, entre lavas y coladas volcánicas de singular belleza, con el Pilón, cono cimero del Teide con sus 3718 m, arriba y a nuestra izquierda. Las nubes bajas, arrastradas por los alisios y atrapadas por las primeras estribaciones, no nos permiten apreciar en su totalidad las vistas que desde aquí se tendrán, y que tan bien describiera Humboldt. En los bosques de pinos de la corona forestal, allá abajo, se terminan nuestras vistas. No podemos ni por mucho, avistar las islas orientales: Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, como lo es en los día claros.
Recorremos también unos cientos de metros del sendero que nos lleva al otro mirador, el del SW. o del Pico Viejo, con la misma fortuna y sin posibilidad de avistamiento de las otras islas. Pasamos, no obstante, por las proximidades de algunas fumarolas, con su característico color limón del azufre y sobre todo su perceptible olor.
De nuevo el teleférico nos deposita en la estación base, y desde allí comenzamos el descenso por carretera, atravesando hermosas cañadas, roques, antiguas coladas de lava y paisajes “marcianos”, si cabe, aún más singulares que los anteriores. Son desérticas planicies recortadas por elevaciones, de suelos de malpaís, del que ahora entendemos su naturaleza, más allá de lo que aprendimos en los libros; con rala o nula vegetación. En el cruce con la TF38, dejamos la TF28 que habíamos seguido hasta ahora y en vez de tomar hacia Vilaflor, continuamos en dirección NW. hacia Tamaimo, desde donde descendemos hasta Los Gigantes. Los pisos bioclimáticos se suceden a la inversa, avisándonos la vegetación de donde nos encontramos. Atravesamos pinares y a la altura de Tamaimo divisamos el océano allá abajo.
Los impresionantes acantilados de paredes verticales de Los Gigantes se nos muestran en toda su magnitud. Y el azul del mar, reconfortante después de tanto predominio de los ocres y rojizos.
Los impresionantes acantilados de paredes verticales de Los Gigantes se nos muestran en toda su magnitud. Y el azul del mar, reconfortante después de tanto predominio de los ocres y rojizos.
Siguiendo por la Costa de Adeje, hacia el Sur, enlazamos con la autovía TF1, que nos devolverá al Puerto de la Cruz.
Tenerife_5. Navegación desde Puerto Colón a Los Gigantes
3 de agosto de 2010
De nuevo tomamos la autovía TF5, para enlazando con la TF1, dirigirnos al sur, a playa de las Américas y en concreto a Pto. Colón, desde donde zarpará la embarcación Shogun, con la que tenemos contratado el día de visita.
Amanece un día gris en Pto. de la Cruz, hasta llovizna levemente y que a la altura de Tacoronte se hace neblinoso con nuestra inmersión en la nube, lo que nos obliga a circular con precaución. Conectado ya con la TF1, el cielo se despeja y el sol luce y nos acompaña en nuestro encuentro con el Sur.
Embarcamos a las 11 de la mañana, en un “velero” de 2 palos, para uso turístico que reproduce a uno de época y que despliega sus velas más por impresionar y buscar algo de estabilidad, que impulsarse por la fuerza del viento. Mar algo picado que hace que la embarcación cabecee algo, lo suficiente para provocar los primeros vómitos a algunos pasajeros. Costeamos todo el Adeje, con urbanizaciones y complejos hoteleros hasta primera línea de playa y pequeñas calitas entre ellos. Y un horizonte en tierra, marcado por las elevaciones que conducen hasta el macizo central del propio Teide.
Navegamos así hasta los acantilados de Los Gigantes, que aún impresionan más desde el mar. Paredes verticales verdosas, de roca viva y plantas colonizadoras y un mar, si cabe, todavía de un azul más oscuro bajo ellos. La embarcación busca su abrigo y fondeamos aquí, a pocos metros de su orilla. Toca un refrescante baño en estas añiles aguas, lanzándonos desde la cubierta. A pesar de la proximidad de la orilla, la profundidad es manifiesta.
Tras una hora de fondeo, para baño y comida tipo bufet, leva anclas para ir a la búsqueda de cetáceos (lo que no debe ser muy ecológico por las molestias diarias, que sin duda le provocan). Los patrones de las distintas embarcaciones de avistamientos, se avisan entre sí de los lugares en que son posibles observarlos, aunque hoy, por la situación del mar, la cosa no está fácil, por lo visto. Aproximadamente a la mitad del trayecto de vuelta, avistamos pero a bastante distancia, saltos de algunos delfines, aunque l patrón no desvía el rumbo (150º vemos marcados por el compás), hasta que intercepta con una manada de calderones que hacen las delicias del turismo de abordo. Las cámaras no paran de disparar, apreciándose madres con crías pequeñas, prácticamente al costado de la embarcación.
Hermosas ballenas, las más pequeñas de la familia, que alegran estas 35 millas de navegación antes de retornar al puerto de Salida y regresar por autovía, de nuevo, al Pto. de la Cruz.
Tenerife_6, Icod de los Vinos, Garachico y Punta de Teno
Desde Pto. de la Cruz a Icod de los vinos, se va por una carretera próxima a la costa y un paisaje de cardones, tabaibos y bejeques, endemismos botánicos canarios, de lo más interesante. Tras unos 20 kilómetros de recorrido, se llega a la ciudad del drago milenario, aunque tiene muchos otros. Típico pueblo canario, con sus plazuelas ajardinadas, sus iglesias con canterías de piedras negras volcánicas, su tempo detenido y sus mini degustaciones casi obligadas del vino local. Admiramos el impresionante drago desde una plazuela aledaña que nos presta su mejor perspectiva, visita a la iglesia del antiguo Convento de S. Francisco y de nuevo la carretera hacia Garachico.
Garachico es un pueblo marinero, con una gran roca (roque), inmersa el mar y delante de éste, a escasos metros de la orilla. Su baluarte defensivo es testigo mudo de cuando su puerto fue el más importante de la isla, hasta que fue reemplazado por el del Pto. de la Cruz. Llama, no obstante, la atención por sus piscinas seminaturales, construidas sobre el mismo acantilado. Nos bañamos en las pozas, profundas algunas, y contemplamos su vida tranquila al margen de tanto visitante. El viejo baluarte, muestra inequívoca de la defensa que había que dar a estas costas tan codiciadas, nos despide en nuestra marcha hacia el oeste, hasta Buenavista del Norte, pequeña localidad de este extremo noroccidental de la Isla.
Entramos hasta una céntrica plaza, con su característica y canaria iglesia y en nuestro afán de proseguir todo lo más posible hasta el poniente de la Isla, tomamos una carretera local con advertencia de riesgo de desprendimiento de tocas y de su prohibición de paso en días de fuerte viento o lluvias. La carreterita nos permite hermosas vistas de toda la costa acantilada y de sus puntas: Punta Negra, Punta del Fraile, Gaviota; para pasando por un largo túnel excavado sobre la propia roca y dejado tal cual, en estado natural, llevarnos a la Punta del Teno. El paso del túnel produce no ya un cambio en el paisaje, sino que también en el clima: cielos despejados y sol luciendo, calor, frente al fresco viento de la otra parte del norte de la isla. La carretera termina en las inmediaciones de un faro, en un paraje de coladas volcánicas que caen directamente al mar formando acantilados. Los Gigantes ya más al sur y tras una pequeña calita aprovechadas para el baño por los buenos conocedores de estas tierras.
Entramos hasta una céntrica plaza, con su característica y canaria iglesia y en nuestro afán de proseguir todo lo más posible hasta el poniente de la Isla, tomamos una carretera local con advertencia de riesgo de desprendimiento de tocas y de su prohibición de paso en días de fuerte viento o lluvias. La carreterita nos permite hermosas vistas de toda la costa acantilada y de sus puntas: Punta Negra, Punta del Fraile, Gaviota; para pasando por un largo túnel excavado sobre la propia roca y dejado tal cual, en estado natural, llevarnos a la Punta del Teno. El paso del túnel produce no ya un cambio en el paisaje, sino que también en el clima: cielos despejados y sol luciendo, calor, frente al fresco viento de la otra parte del norte de la isla. La carretera termina en las inmediaciones de un faro, en un paraje de coladas volcánicas que caen directamente al mar formando acantilados. Los Gigantes ya más al sur y tras una pequeña calita aprovechadas para el baño por los buenos conocedores de estas tierras.
Da la impresión de que hemos cambiado de mundo. Soledad, tranquilidad, aguas que invitan al baño, calor…
Después de admirar estos paisajes y al propio Macizo del Teno, una de las paleoislas que dio lugar al surgimiento de Tenerife hace unos 5 millones de años, tomamos el camino de regreso, no sin antes, al salir del túnel, detenernos unos momentos en el Mirador del Fraile, donde el fuerte y fresco viento nos devuelve al dominio de los alisios y de la costa norte de la isla.
Almorzamos en un bar de carreteras de la misma Buenavista: papas arrugadas con mojo y una enorme chuleta de cerdo, que sacia más que suficientemente nuestra hambre.
Y de aquí al Pto. de la Cruz, otra vez, al que llegamos sobre las 6 de la tarde.
Tenerife_7. La Orotava
Hemos dejado la mañana para visitar La Orotava, a pocos kilómetros del Puerto de la Cruz. Subimos a la plaza central y cerca del ayuntamiento localizamos un parking público. Nos impresiona la grandiosidad del edificio del ayuntamiento precedido de una gran escalinata, que da idea de la riqueza, sino actual si pasada de esta ciudad. Desde aquí visitamos su Iglesia de la Concepción, admiramos las hermosas vistas que desde sus plazas altas tenemos de toda la urbe, con el mar allá al fondo. Iglesias y casas balconadas se suceden dando sobradas muestras del arte neocanario, con esos balcones colgantes y aleros de maderas de teca.
Destacaríamos el Palacio y jardines del marquesado de la Quinta Roja, con la ubicación allí del mausoleo del Marqués, al que por ser masón y ateo la iglesia negó sepultura en tierra sacra. Inconfundibles jardines de estilo francés, ajustados a la geometría de sus parterres y al colorido de la flora subtropical canaria...
La Casa de los Balcones, también merece una visita, tanto por su fachada genuinamente canaria, como por su patio interior, joya de la arquitectura popular.
El vivero del Jardín Botánico también llama nuestra atención, con sus dragos y palmeras diversas…
Regreso al Puerto, tarde de descanso y piscina el hotel, últimas compras y cena en “El Pescador”. Parrillada de pescado típico de aquí, acompañados de papas arrugadas, su mojo, y como no, con vino de la tierra: Malvasía de Lanzarote, un vino joven y afrutado, agradable al paladar. Todo amenizado por un valenciano que se atreve a cantar de todo, incluso algunos palos flamencos y algunas sevillanas.
Tenerife_8. El regreso.
6 de agosto de 2010
El autobús que viene a recogernos para el aeropuerto, nos brinda un autentico tour al ir de hotel en hotel. Admiramos así una vez más su cuidada y colorida jardinería, con flamboyanes y Tuliperos de Gabón, de llamativas flores rojas, cactus y multitud de plantas crasas distintas...
Hoy, por ser nuestro último día, ha amanecido un día despejado, el primero desde que estamos aquí, lo que nos permite disfrutar de un cielo azul y de unas inmejorables vistas del Teide, que no podemos por menos que aprovechar para fotografiar.
Con esa imagen totémica nos despedimos de Tenerife, tomando el vuelo a Sevilla de las 14:55.
Vuelo sobre nubes, que sólo se despeja ya llegando a la península, lo que nos brinda de nuevo la oportunidad de al sobrevolar Doñana, desde Matalacaña, reconocer todo su paisaje. Los cauces que vierten sobre las marismas, las variaciones de éstas, el río…
Campos de arroz, campiñas ya agostadas, alcores de Carmona y aterrizaje en el aeropuerto de San Pablo, a las 18 h, hora local ya, pone fin a nuestro viaje.
viernes, 16 de julio de 2010
Rumbo a Estocolmo_SUECIA1. In memoriam de Felix
Son las 15:20 h, a bordo de un avión de la compañía Spanier. Llevamos ya casi 4 horas de vuelo desde que salimos de Málaga. Vuelo aburrido, en una butaca separada de la ventanilla, aunque por ella tampoco se aprecia mucho: volamos sobre un manto de nubes blancas. Sufrimos varias turbulencias ,y ahora mismo, se me hace difícil proseguir con la escritura…Desde que salimos a las 6:30 de nuestra casa en dirección al aeropuerto, son muchas horas de viaje, y esto se nota.
Cerveza abordo por 3 € y sanwiches que hemos traído nosotros es nuestro almuerzo.
A las 16 h, aterrizamos por fin en el aeropuerto de Arlanda. Desde aquí unos conocidos nos trasladan en furgoneta hasta Varby (léase Vorbi), ciudad dormitorio de la gran Estocolmo. Una densa red de autovías nos llevan circunvalando la ciudad. Árboles y jardines rodean todas estas carreteras, pero no están muy verdes. Mi imagen de Suecia era más verde. Aparecen pastos casi secos y los colores pajizos, también son percibibles. Me comentan que aquí lleva sin llover casi desde junio, algo verdaderamente excepcional que explica esta “sequía” y estado de la vegetación. Ahora con nosotros parece que han llegado las lluvias. Una fina llovizna comienza a caer intermitentemente.
Llegamos al lugar de nuestro alojamiento, un barrio con bloques de 5 pisos, de ladrillos vistos rojizos y con unos pasillos cubiertos y exteriores, que dan acceso a cada vivienda. Y mucha vegetación en sus zonas comunes y ajardinadas: Arces, abedules, pinos, abetos, alerces, serbales,…y amplias superficies de césped que se mantienen de forma natural con a penas unas siegas temporales.
A Turkus (Finlandía) SUECIA2
Otro madrugón; nos levantamos a las 5:30 de la mañana, para poder coger un crucero a las 7:30. Primera impresión: ¡¡ es de día!!Podemos comprobar con nuestros propios ojos como la duración del día en estas fechas, es mayor debido a la latitud en que nos encontramos , casi 60º Lat. N.
Tomamos el metro en dirección a Estocolmo, muy concurrido ya a estas horas, por desplazar a los que van a trabajar a la ciudad. Se suceden estaciones ,“narem”, y trayectos tanto bajo túneles como en superficie. Trasbordo a una línea de autobús, que nos deja en el puerto de embarque. Una fina lluvia comienza a acompañarnos.
Nos embarcamos en el Isabella, buque tipo crucero de la línea Viking. Enorme buque que lo mismo embarca pasajeros que automóviles o camiones con mercancías. Nos asignan un camarote con cuatro literas y de estrechez manifiesta.
Después de un desayuno tipo “buffet”, el crucero inicia su singladura hacia Finlandia, en concreto al puerto de Turku. Por entre incontables islas e islotes nos desplazamos con una navegación placentera. Aguas de un azul oscuro a turquesa, que a penas son movidas por esta inmensa embarcación. La perspectiva de Estocolmo se nos va apareciendo según nos alejamos del muelle de atraque. Destacan las numerosas y puntiagudas torres, cubiertas por planchas de bronce oxidadas, que les dan sus peculiares colores verdiazulados.
En ambas riberas, que separan islas, una frondosa vegetación de bosque de coníferas, con Pinos silvestres y Abetos. Casitas de encanto con sus inseparables embarcaderos. Las hay de todos los tamaños y colores, desde sencillas cabañas de madera, hasta pequeños palacetes de varias plantas. El verde intenso de la vegetación, contrasta con el azulado de las aguas que navegamos. Paisaje nórdico de ensueño que una fina lluvia que comienza a caer ayuda a magnificar. Cisnes blancos, nadando en algunas orillas, ponen su nota de color y de cuentos de hadas.
Islas y más islas, más bien islotes, van siendo sorteado por el ferry. Algunas realmente pequeñas: apenas caben una cabaña, unos cuantos árboles y su embarcadero. Son como esas islas, que alguna vez uno habría soñado como lugar de su paraíso.
No vamos cruzando con otros buques que hacen el recorrido a la inversa. El dédalo de de islotes parece interminable. Navegamos en dirección NE. Las copas cónicas de los inmensos bosques de coníferas comienzan ya a cubrir toda la línea del horizonte.
Islotes más rocosos e incluso meros afloramientos de simples rocas desprovistas de toda vegetación, comienzan a flanquear nuestra ruta. Estamos saliendo de la laguna estuario (el Lago Mälare) y adentrándonos en un mar más abierto. El Báltico está tranquilo, sin apenas oleaje. Más y más cruceros de otras líneas de navegación se cruzan con el nuestro. Canales de navegación marcados con boyas dirigen este importante tráfico. Simpáticos faros a rayas blancas y rojas, señalan los afloramientos rocosos.
El Isabella, en el que navegamos es un buque de 170,9 metros de Eslora, 27,6 m de manga, puede alcanzar hasta los 21,5 nudos de velocidad y transportar 2480 pasajeros ( 2166 alojados en camarotes), según pudimos leer en su placa identificativa.
Nuestra primera escala, ya en tierras finlandesa, es en la isla de Aland, concretamente en su puerto de Mariehamn. Archipiélago más que isla en el Báltico, a medio camino entre Suecia y Finlandia.
Después de dejar atrás las 24.000 islas del archipiélago de Stockholmo, poco nos pueden impresionar este nuevo conjunto de islas e islotes. Por lo general más rocosas y desprovistas de vegetación que las dejadas atrás.
Breve parada, para desembarcar algunos pasajeros y recoger a otros, a igual que mercancías.
Por canales balizados proseguimos navegación hacia Turku. Mientras tanto, damos cuenta de un almuerzo excelente y también tipo buffet. Tenemos ocasión de probar variedad de platos típicos de la cocina nórdica: salmones ahumados, anchoas, patatas cocinadas de mil formas y las típicas verduras de este tipo de comidas. Bebida libre, cerveza o vino español (tinto), que ya es raro en las restricciones de alcohol que padece Suecia. Pero estamos en Finlandia, no conviene olvidarlo, y no ya porque a esta altura del viaje lo estemos, sino porque el barco navega bajo bandera finlandesa. Aprovechando estas circunstancias, en sus tiendas Tax Free, se venden cervezas bastante más baratas que en Suecia, lo que aprovechan los suecos, y nosotros mismos, comprando cajas de 24 latas, que después veremos sacar del barco trabajosamente por muchos de sus pasajeros.
Después de tan suculento almuerzo y aprovechando que se navega de nuevo por aguas abiertas, alejadas de islas, nos retiramos a los camarotes para una reparadora siesta que también en estas alejadas tierras se nos apetece. Una vez desplegadas las cuatro literas, el espacio en el camarote se reduce a su mínima expresión. Pero el cansancio, la digestión y el ronroneo del motor, nos ayudan a un placentero sueño. Cuando nos despertamos, el Isabella, se encuentra entrando en el nuevo conjunto de islas que nos acercan a la península de Turku. Otra vez el barco navega muy próximo a ellas. Bosques de pinos y abetos y sus inseparables Casitas de madera, embarcaderos y embarcaciones a sus puertas. Paisaje idílico donde cabe, con algunos bañistas en sus riberas, junto a los cisnes blancos.
Mar plácida y azulada que sólo el navegar del crucero rompe, desdibujando la imagen de espejo reflejada en sus aguas. Pequeños puertos deportivos, algunos veleros y una temperatura de primavera, que el sol que luce, no con tanta luminosidad como en nuestras latitudes, hace más placentera. Las lluvias finas e intermitentes, las dejamos en Stockholmo.
Así entramos en el puerto de Turku, puerto marítimo más al norte que Helsinkin, por encima de los 60º de Lat. N. , y lugar importante para las comunicaciones con Suecia y el resto de la península Escándinava. Maniobras de atraque y un sinfín de vehículos que comienzan a dejar el barco: automóviles con familias de vacaciones y también grandes “trailes” con mercancías. Según se va produciendo este desembarco, otros, entran en sus inmensas bodegas. Llama la atención la carga de contenedores, que son transportados hacia el interior por vehículos propios, distintos a los que lo han estacionado en los muelles. Las bicicletas y los kayaks, son equipajes frecuentes de los autos y furgonetas que entran y salen.
Desde la altura de la cubierta superior del Isabella, contemplamos una ciudad extensa, con algunos edificios antiguos (como grandes almacenes de piedras), próximos al puerto. Alguna picuda torre y amplias avenidas de zonas urbanizadas con gran profusión de verde, que son recorridas plácidamente por bicicletas.
No tenemos tiempo para bajar y pisar siquiera las tierras finlandesas. En cuanto sean cargados los vehículos y mercancías que esperan, se inicia el regreso a Estocolmo.
Aquí, en vez de gaviotas, son las grajillas las que han salido al encuentro del barco y revolotean confiadas por su cubierta dando cuenta de todos los restos de alimentos que el pasaje haya podido dejar descuidado. Son extremadamente confiadas y nos permiten fotografiarlas a poca distancia.
Con un sol, ya próximo al horizonte, el crucero comienza a retirarse del muelle y reinicia su ruta de retorno. Un hermoso sol se esconde tras un hermoso paisaje de cónicas copas de abetos, pero aquí, aunque el sol se haya ya escondido, el resplandor del atardecer tarda en esfumarse. Son las 21:15 h.
Tras prepararnos unos bocadillos y comérnoslos en los camarotes, a pesar de su prohibición señalada, y unas latas de cervezas, apenas enfriadas en el grifo del lavabo, nos aprestamos a pasar la noche con las diversiones que nos ofrece el programa del barco. Actuaciones en directo en el salón y baile con música disco en la discoteca. Un conjunto finlandés ameniza la noche con canciones en inglés en la mayoría de las actuaciones. En inglés y conocidas, por haber sido éxitos reconocibles por todos.
Cómodamente sentados y con nuestras bebidas, las siempre presentes cervezas, pues otras, de más graduación alcohólica, tienen precios desorbitados, nos avenimos a disfrutar con el espectáculo. Más que con la orquesta, con un grupo de gitanas finlandesas que ataviadas con unos trajes típicos, que llevan siempre, y las distinguen del resto de la población. Visten largas faldas negras con una gran voladura a la altura de las cinturas, camisas blancas bordadas y largas melenas sueltas. Bailan entre ellas “agarradas” y sin cortarse por beber cervezas, y cuando lo consideran piden bailes a los caballeros que las contemplan…También los señores, al albur de las cervezas, se van animando y a su vez solicitan bailes a nuestras acompañantes. Se encuentran ya un poco subidos de alcohol y “meten manos” descaradamente en cuanto pueden.
Cómodamente sentados y con nuestras bebidas, las siempre presentes cervezas, pues otras, de más graduación alcohólica, tienen precios desorbitados, nos avenimos a disfrutar con el espectáculo. Más que con la orquesta, con un grupo de gitanas finlandesas que ataviadas con unos trajes típicos, que llevan siempre, y las distinguen del resto de la población. Visten largas faldas negras con una gran voladura a la altura de las cinturas, camisas blancas bordadas y largas melenas sueltas. Bailan entre ellas “agarradas” y sin cortarse por beber cervezas, y cuando lo consideran piden bailes a los caballeros que las contemplan…También los señores, al albur de las cervezas, se van animando y a su vez solicitan bailes a nuestras acompañantes. Se encuentran ya un poco subidos de alcohol y “meten manos” descaradamente en cuanto pueden.
A la 1 de la noche se da por concluida la fiesta y ante el ambiente de ruido y nórdicos bebidos que vemos en la “disco”, optamos por retirarnos y descansar para mañana.
jueves, 15 de julio de 2010
Ciudad Vieja de Estocolmo_Gamla Stan SUECIA3
Poco más de la amanecida, sobre las 6 de la mañana, unos camareros comienzan a despertarnos a todos. Estamos llegando y a las 7:45 a.m. el barco debe estar listo para zarpar de nuevo.
Una nueva llovizna acompaña este amanecer y un plomizo Stockholmo nos recibe.
Autobús, línea de metro hacia Norsborg, nos dejan en nuestro lugar de alojamiento, Varby Gard. Breve descanso, cambio de euros por coronas suecas (a 0,11 el cambio) y algunas compras en un supermercado de un gran centro comercial. Llama especialmente la atención el precio de las gafas de lectura, desde 10 Kr (1 €).
Salida de nuevo hacia el centro de la ciudad. Visitamos la ciudad vieja –Gamla Stan-. Desde unos embarcaderos a las orillas del gran lago, tomamos unas estrechas calles que nos van subiendo hasta el centro de este enclave. Allí se encuentra el Palacio Real, imponente edificio de planta barroca, precedido de una amplia plaza semicircular, donde en este momento se está llevando a cabo el cambio de guardia. Banda a caballo toca distintas marchas militares y algunas piezas musicales conocidas, más. Todo marcado por un rígido ceremonial, compañía a caballo y pelotón a pié que realizan con acompasados pasos, distintos desfiles militares. Una gran afluencia de turistas acoge el espectáculo de soldados ataviados con uniformes del siglo pasado, yelmos plateados coronados con plumas blancas, correajes del mismo color, sobre casacas celestes, dan vistosidad a tan singular tropa.
La imponente fachada del palacio, en estilo barroco italiano, terminada de construir en 1754, y por tanto del denominado barroco tardío, presenta 3 plantas con ventanales enmarcados por columnatas, falsos arcos , o en la planta principal, por figuras tipos cariátides.
Visitamos también la catedral de Estocolmo (Svenska Kyrkan), aledaña al Palacio Real, construida en 1306, en el lugar más alto de una de las 14 islas del actual Stockholmo, la de Stadsholmen. De estilo gótico tardío, en su interior ya que las fachadas fueron remodeladas en el s XVIII para darles cierta consonancia con el Palacio, e inspirada por tanto en el barroco. En su interior, después de abonar las correspondientes 60 Kr., encontramos 5 naves paralelas con bóvedas de crucerías, destacando en ellas un importante grupo arquitectónico de S. Jorge y el dragón. Unas pinturas del Juicio Final, una crucifixión, un altar de plata y unos adornados “asientos reales”. Sigue siendo de culto católico en una Suecia luterana…
Desde aquí nos dejamos envolver por la magia de callejuelas con viejos edificios perfectamente conservados, nos topamos con el Museo de los Nobel, y con una encantadora plaza enmarcada por edificios pintados en atrevidos colores. Numerosas callejuelas, bajan de este barrio, todas llenas de encantos y de tiendas de regalos; destacan los objetos de plata, bares con aires tradicionales y numerosas librerías. Y así llegamos otra vez a las orillas del Mälaren. Desde ahí, buscamos el edificio que ocupa el equivalente del Ayuntamiento de la ciudad: el Stadshuset. Bello edificio de ladrillos rojos con una cuadrada torre en uno de sus extremos. Lo rodea un hermoso jardín y numerosas hiedras que trepan por sus paredes. La lluvia fina y que apena molesta, comienza a acompañarnos de nuevo ante unas magníficas vistas de la ciudad, aguas de por medio. La ciudad vieja en toda su perspectiva de torres angulares y majestuosos edificios como el Palacio Real. Los campanarios de otras iglesias (kyrkan), completan esta bella visión. Y en frente embarcaderos y otras islas-barrios de la ciudad: Södermalm.
Pequeños ferrys hacen las veces de transporte público, uniendo estas distintas isla-barrios.
Nos dirigimos ahora a la ciudad nueva y comercial: Norrmalh, allí comemos a precio de Suecia, entrecot de ternera y las insustituibles cervezas de casi ½ litro. Estamos frente al Palacio de Conciertos (Konserthuset), en una plaza con un mercado de frutas y verduras al aire libre. Destacan los arándanos, que después tendremos ocasión de conocer y recolectar, y una gran variedad de setas. Un mercado subterráneo en la acera de enfrente, con amplios surtidos de carnes y otros productos alimenticios, nos dan idea de los hábitos alimenticios de aquí. Varias calles peatonalizadas y con tiendas de modas, parten de aquí. Y los suecos, más bien la belleza de las suecas, jóvenes y esculturales, ponen su nota de color y tipismo. Una de las calles peatonalizadas (Sveavägen), está decorada con grandes piezas escultóricas modernas en su zona central. Una pistola con su cañón ennudado destaca como alegato a la paz y la no violencia. Esta calle nos lleva a la T. Centralen, estación central del metro y de los transportes públicos de Estocolmo. También a Klara Kyrka, singular iglesia, con un típico cementerio en sus jardines circundantes. Volvemos a la plaza por otra de las calles paralelas, igualmente comercial y nos detenemos ante otro grupo escultórico ante el Palacio de concierto, ya; lo formas distintas figuras femeninas estilizadas en alegoría de las bellas artes y con distintos atributos alusivos a ellas.
Dejamos por hoy el centro de Estocolmo y regresamos a nuestro lugar de residencia a través de un denso tráfico, que amplias avenidas y cinturones de circunvalación se encargan de dirigir.
miércoles, 14 de julio de 2010
Desde Estocolmo al Lago Tyrisjön SUECIA4
Nos volvemos a levantar muy temprano, aunque la luz solar acompaña. En una furgoneta de 7 plazas, salimos desde Värby en dirección Nw., primero circunvalando la gran Estocolmo, para luego tomar dirección más al W y dirigirnos casi a la frontera con Noruega. La autovía que tomamos es la misma que conduce al aeropuerto y a Upsala, pero que dejamos por la denominada E18, en dirección a Enköping y desde aquí por la estatal E70 a Mora. Gran tráfico en la circunvalación, ya a estas horas. Pronto, dejando las autovías, un paisaje de continuos bosques de pinos nos acompañan: Pinos sylvestres y Abetos se suceden interminablemente por más de 400 km.
El paisaje es bellísimo, de un verde constante, máxime viniendo de nuestra desarbolada España, pero que de tanto repetirse llega a ser monótono. Una postal repetida hasta el infinito,…Atravesamos algunas zonas agrícolas con pastos recién segados y compactados en grandes cilindros, que luego son plastificados. Pastos y poco más de agricultura: algún campo de patatas y algunos cultivos de mijos o similar. Y bosques y más bosques de coníferas con sus inconfundibles troncos erectos y sus copas cónicas, de corteza anaranjada en las partes superiores. Casas de campo de madera, acompañan a veces a las zonas cultivadas. Construcciones típicas, con sus acopios de leña para el duro invierno.
Limitaciones de velocidad a 90 km/h, respetado por todos los vehículos que circulan, y eso que no se ve ni siquiera un solo policía de tráfico.
Cruzamos pequeñas poblaciones con unas cuantas casas alineadas junto a la carretera, de madera pintada en diversos colores y con pequeñas praderas de césped natural, muy recortado, en sus delanteras. Limpieza absoluta y ausencia de escombros, bolsas de plásticos y otras basuras; como acostumbran a anunciar la entrada de una población en nuestras tierras del sur.
Nos acompaña un magnífico tiempo, con cielos azules y un sol radiante, pero que sin embargo, no llega a deslumbrar, lo notamos al hacer casi innecesarias las gafas de sol., Ello no quita que en algunos trayectos del itinerario, una lluvia fina comience a caer.
Áreas de descanso, con mesas y parasoles de madera, son frecuentes en los márgenes de las carreteras. Paramos en una de ellas y disfrutamos de un reponedor café , que traemos, y algunos bizcochos. Nos es irresistible no internarnos, aunque sean unos metros, en ese bosque de pinos y abetos que nos acompañan, sobre un suelo cubierto de líquenes y sin casi ninguna otra vegetación. Aquí no podemos hablar de sotobosque como allí.
Cruzamos en diversas ocasiones el río Dalälven, que discurre de W a E, por esta zona llana de la Península Escandinava, desde Noruega al Báltico. Y según nos acercamos a nuestro destino, más y más lagos aparecen.
Dejamos atrás poblaciones como Sala, Avesta, Borlänge, Hedemöra, Mora y por fin Älvdalen. Pueblos y ciudades con sabor nórdico: casas de maderas, variados colores, tejados inclinados, praderas verdes delanteras… Breve parada en Älvdalen para recoger a los propietarios de la cabaña que nos han invitado, y de nuevo hacia el NW, casi a la frontera noruega. Carretera ahora casi paralela al río Österdalälven, que viene de las montañas Härjedal, a las que también nos acercaremos luego. Carretera entre bosques de pinos y abetos, y que progresivamente se va quedando más solitaria y son pocos los vehículos, que ya se cruzan con los nuestros. Hemos venido hasta aquí por magníficas carreteras, con limitación de velocidad a 90 Km/h y que como indicábamos, es respetada por todos los conductores suecos.
Dejamos ya la carretera y tomamos pistas forestales hasta que damos con el lago Tyrisjön. En una zona próxima a sus orillas, descargamos todo el avituallamiento que traemos para pasar dos noches. Una pequeña embarcación, después, lo acercará a la cabaña. Nosotros continuamos un par de kilómetros más y ya a pié, por una pequeña senda alcanzamos la cabaña. Hermosa construcción de madera, con medios troncos ensamblados , delimitando dos estancias , una hace de cocina-comedor y la otra de salón dormitorio, con cuatro camas literas y una chimenea al fondo. Un porche delantero completa la cabaña. Como curiosidad, nos muestran la despensa: un agujero en el suelo del salón, a modo de semisótano, donde los alimentos y las bebidas se conservan a una temperatura ideal. Junto a la cabaña, algunos cobertizos para herramientas, leña, embarcaciones y hasta moto de nieve. Y troncos de abedules dispuestos para ser convertidos en leña. Un singular wáter ecológico: letrina directamente sobre un agujero del terreno. Una sauna, un pequeño comedor exterior, con barbacoa delantera y un pequeño embarcadero, completan todos los servicios. La cabaña, pues, a pié del lago, se encuentra en un sitio inmejorable. Paisaje idílico de bosques, aguas e islotes.
Antes de acomodarnos, en un pequeño bote a motor, pasamos a recoger las provisiones y el equipaje dejados anteriormente en la no lejana orilla. El bosque que rodea el lago es mayoritariamente de Pinus sylvestris, con abedules y abetos intercalados. Próximos a las orillas, algún Aliso, completa la formación arbórea. Suelo tapizado de mullidos líquenes o de arándanos, tanto rojos, como negros. Algunos brezos y enebros enanos componen el casi inexistente sotobosque. Numerosos abedules derribados muestran la causa de ello: los incisivos marcados de los castores que habitan en el lago.
Paisaje de ensueño, como decíamos, de naturaleza virgen, al menos en apariencia, pues luego encontraríamos numerosas evidencias de que se trata de una explotación forestal, perfectamente llevada. Ningún otro humano en 50 km a la redonda, exceptuando a nosotros. Los sonidos de la naturaleza nos envuelven.
Llama la atención, no obstante, la baja biodiversidad de estos bosques. En cualquiera de los nuestros, en estas circunstancias, la variedad de especies sería innumerablemente mayor. Disfrutamos de esta belleza: paseamos en el bote, exploramos islotes, fotografiamos especies, y sobre todo nos relajamos en este paraíso natural. El baño en las aguas del lago, no tan frías como cabría esperar (21ºC), no podía faltar. Visitamos el amasijo de troncos arrastrados por los castores, escuchamos a lo lejos a algún cárabo, o el “grus-grus” de las grullas. Avistamos a banaclas sobre las aguas y algunas lavanderas blancas en la cercanía de la cabaña. Nos preguntamos si no podrán ser las mismas que volvamos a ver en nuestra tierra , dentro de algunos meses, en sus invernadas allí.
El atardecer llena el lago de nuevos colores. Calma absoluta, no se mueve ni una hoja, sus aguas se transforman en un gigantesco espejo que lo refleja todo de modo invertido. Un fulgor de oro por el W, nos acompaña por breves momentos, y luego una claridad por ese lugar que se prolonga hasta la noche que ya cayó (son las 22 h).
Velada a la luz de las velas y “quinqués”, en el porche, que la placa solar sólo da para las luces interiores, y además, tampoco queremos romper la magia del lugar con luz artificial. Animada conversación alrededor de la mesa y las cervezas. También algo de whisky que hemos traído nosotros y los consiguientes relatos de misterio que siempre surgen. Nuestro amigo, el sueco, nos narra sus encuentros con extrañas criaturas en este lago helado en las largas noches de invierno.Apartándonos un poco de la suave iluminación de la cabaña, un firmamento cuajado de estrellas nos cautiva. Buscamos constelaciones conocidas y ahí está una Osa Mayor y Menor extraordinariamente nítidas, como nunca habíamos visto. Y una Polar muy alta (por los 65º de Lat. N., a los que nos encontramos).La “cruz del verano”, el Cisne, también corona la bóveda celeste.
El frío que ya se levanta del lago, invita a que nos refugiemos en la cabaña y en el sueño, para seguir disfrutando de estas sensaciones, pero nos resistimos a abandonar tamaño espectáculo. Girones de una blanca neblina se levanta de las aguas del lago, aumentando, si cabe aún más, la magia de este lugar y su capacidad de ensoñación. Pero lo continuamos en el sueño, Eso sí, cobijados bajo un edredón que se apetece, y eso para nosotros, después de los calores que pasamos en nuestra tierra en agosto, es un doble placer.
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