Otro madrugón; nos levantamos a las 5:30 de la mañana, para poder coger un crucero a las 7:30. Primera impresión: ¡¡ es de día!!Podemos comprobar con nuestros propios ojos como la duración del día en estas fechas, es mayor debido a la latitud en que nos encontramos , casi 60º Lat. N.
Tomamos el metro en dirección a Estocolmo, muy concurrido ya a estas horas, por desplazar a los que van a trabajar a la ciudad. Se suceden estaciones ,“narem”, y trayectos tanto bajo túneles como en superficie. Trasbordo a una línea de autobús, que nos deja en el puerto de embarque. Una fina lluvia comienza a acompañarnos.
Nos embarcamos en el Isabella, buque tipo crucero de la línea Viking. Enorme buque que lo mismo embarca pasajeros que automóviles o camiones con mercancías. Nos asignan un camarote con cuatro literas y de estrechez manifiesta.
Después de un desayuno tipo “buffet”, el crucero inicia su singladura hacia Finlandia, en concreto al puerto de Turku. Por entre incontables islas e islotes nos desplazamos con una navegación placentera. Aguas de un azul oscuro a turquesa, que a penas son movidas por esta inmensa embarcación. La perspectiva de Estocolmo se nos va apareciendo según nos alejamos del muelle de atraque. Destacan las numerosas y puntiagudas torres, cubiertas por planchas de bronce oxidadas, que les dan sus peculiares colores verdiazulados.
En ambas riberas, que separan islas, una frondosa vegetación de bosque de coníferas, con Pinos silvestres y Abetos. Casitas de encanto con sus inseparables embarcaderos. Las hay de todos los tamaños y colores, desde sencillas cabañas de madera, hasta pequeños palacetes de varias plantas. El verde intenso de la vegetación, contrasta con el azulado de las aguas que navegamos. Paisaje nórdico de ensueño que una fina lluvia que comienza a caer ayuda a magnificar. Cisnes blancos, nadando en algunas orillas, ponen su nota de color y de cuentos de hadas.
Islas y más islas, más bien islotes, van siendo sorteado por el ferry. Algunas realmente pequeñas: apenas caben una cabaña, unos cuantos árboles y su embarcadero. Son como esas islas, que alguna vez uno habría soñado como lugar de su paraíso.
No vamos cruzando con otros buques que hacen el recorrido a la inversa. El dédalo de de islotes parece interminable. Navegamos en dirección NE. Las copas cónicas de los inmensos bosques de coníferas comienzan ya a cubrir toda la línea del horizonte.
Islotes más rocosos e incluso meros afloramientos de simples rocas desprovistas de toda vegetación, comienzan a flanquear nuestra ruta. Estamos saliendo de la laguna estuario (el Lago Mälare) y adentrándonos en un mar más abierto. El Báltico está tranquilo, sin apenas oleaje. Más y más cruceros de otras líneas de navegación se cruzan con el nuestro. Canales de navegación marcados con boyas dirigen este importante tráfico. Simpáticos faros a rayas blancas y rojas, señalan los afloramientos rocosos.
El Isabella, en el que navegamos es un buque de 170,9 metros de Eslora, 27,6 m de manga, puede alcanzar hasta los 21,5 nudos de velocidad y transportar 2480 pasajeros ( 2166 alojados en camarotes), según pudimos leer en su placa identificativa.
Nuestra primera escala, ya en tierras finlandesa, es en la isla de Aland, concretamente en su puerto de Mariehamn. Archipiélago más que isla en el Báltico, a medio camino entre Suecia y Finlandia.
Después de dejar atrás las 24.000 islas del archipiélago de Stockholmo, poco nos pueden impresionar este nuevo conjunto de islas e islotes. Por lo general más rocosas y desprovistas de vegetación que las dejadas atrás.
Breve parada, para desembarcar algunos pasajeros y recoger a otros, a igual que mercancías.
Por canales balizados proseguimos navegación hacia Turku. Mientras tanto, damos cuenta de un almuerzo excelente y también tipo buffet. Tenemos ocasión de probar variedad de platos típicos de la cocina nórdica: salmones ahumados, anchoas, patatas cocinadas de mil formas y las típicas verduras de este tipo de comidas. Bebida libre, cerveza o vino español (tinto), que ya es raro en las restricciones de alcohol que padece Suecia. Pero estamos en Finlandia, no conviene olvidarlo, y no ya porque a esta altura del viaje lo estemos, sino porque el barco navega bajo bandera finlandesa. Aprovechando estas circunstancias, en sus tiendas Tax Free, se venden cervezas bastante más baratas que en Suecia, lo que aprovechan los suecos, y nosotros mismos, comprando cajas de 24 latas, que después veremos sacar del barco trabajosamente por muchos de sus pasajeros.
Después de tan suculento almuerzo y aprovechando que se navega de nuevo por aguas abiertas, alejadas de islas, nos retiramos a los camarotes para una reparadora siesta que también en estas alejadas tierras se nos apetece. Una vez desplegadas las cuatro literas, el espacio en el camarote se reduce a su mínima expresión. Pero el cansancio, la digestión y el ronroneo del motor, nos ayudan a un placentero sueño. Cuando nos despertamos, el Isabella, se encuentra entrando en el nuevo conjunto de islas que nos acercan a la península de Turku. Otra vez el barco navega muy próximo a ellas. Bosques de pinos y abetos y sus inseparables Casitas de madera, embarcaderos y embarcaciones a sus puertas. Paisaje idílico donde cabe, con algunos bañistas en sus riberas, junto a los cisnes blancos.
Mar plácida y azulada que sólo el navegar del crucero rompe, desdibujando la imagen de espejo reflejada en sus aguas. Pequeños puertos deportivos, algunos veleros y una temperatura de primavera, que el sol que luce, no con tanta luminosidad como en nuestras latitudes, hace más placentera. Las lluvias finas e intermitentes, las dejamos en Stockholmo.
Así entramos en el puerto de Turku, puerto marítimo más al norte que Helsinkin, por encima de los 60º de Lat. N. , y lugar importante para las comunicaciones con Suecia y el resto de la península Escándinava. Maniobras de atraque y un sinfín de vehículos que comienzan a dejar el barco: automóviles con familias de vacaciones y también grandes “trailes” con mercancías. Según se va produciendo este desembarco, otros, entran en sus inmensas bodegas. Llama la atención la carga de contenedores, que son transportados hacia el interior por vehículos propios, distintos a los que lo han estacionado en los muelles. Las bicicletas y los kayaks, son equipajes frecuentes de los autos y furgonetas que entran y salen.
Desde la altura de la cubierta superior del Isabella, contemplamos una ciudad extensa, con algunos edificios antiguos (como grandes almacenes de piedras), próximos al puerto. Alguna picuda torre y amplias avenidas de zonas urbanizadas con gran profusión de verde, que son recorridas plácidamente por bicicletas.
No tenemos tiempo para bajar y pisar siquiera las tierras finlandesas. En cuanto sean cargados los vehículos y mercancías que esperan, se inicia el regreso a Estocolmo.
Aquí, en vez de gaviotas, son las grajillas las que han salido al encuentro del barco y revolotean confiadas por su cubierta dando cuenta de todos los restos de alimentos que el pasaje haya podido dejar descuidado. Son extremadamente confiadas y nos permiten fotografiarlas a poca distancia.
Con un sol, ya próximo al horizonte, el crucero comienza a retirarse del muelle y reinicia su ruta de retorno. Un hermoso sol se esconde tras un hermoso paisaje de cónicas copas de abetos, pero aquí, aunque el sol se haya ya escondido, el resplandor del atardecer tarda en esfumarse. Son las 21:15 h.
Tras prepararnos unos bocadillos y comérnoslos en los camarotes, a pesar de su prohibición señalada, y unas latas de cervezas, apenas enfriadas en el grifo del lavabo, nos aprestamos a pasar la noche con las diversiones que nos ofrece el programa del barco. Actuaciones en directo en el salón y baile con música disco en la discoteca. Un conjunto finlandés ameniza la noche con canciones en inglés en la mayoría de las actuaciones. En inglés y conocidas, por haber sido éxitos reconocibles por todos.
Cómodamente sentados y con nuestras bebidas, las siempre presentes cervezas, pues otras, de más graduación alcohólica, tienen precios desorbitados, nos avenimos a disfrutar con el espectáculo. Más que con la orquesta, con un grupo de gitanas finlandesas que ataviadas con unos trajes típicos, que llevan siempre, y las distinguen del resto de la población. Visten largas faldas negras con una gran voladura a la altura de las cinturas, camisas blancas bordadas y largas melenas sueltas. Bailan entre ellas “agarradas” y sin cortarse por beber cervezas, y cuando lo consideran piden bailes a los caballeros que las contemplan…También los señores, al albur de las cervezas, se van animando y a su vez solicitan bailes a nuestras acompañantes. Se encuentran ya un poco subidos de alcohol y “meten manos” descaradamente en cuanto pueden.
Cómodamente sentados y con nuestras bebidas, las siempre presentes cervezas, pues otras, de más graduación alcohólica, tienen precios desorbitados, nos avenimos a disfrutar con el espectáculo. Más que con la orquesta, con un grupo de gitanas finlandesas que ataviadas con unos trajes típicos, que llevan siempre, y las distinguen del resto de la población. Visten largas faldas negras con una gran voladura a la altura de las cinturas, camisas blancas bordadas y largas melenas sueltas. Bailan entre ellas “agarradas” y sin cortarse por beber cervezas, y cuando lo consideran piden bailes a los caballeros que las contemplan…También los señores, al albur de las cervezas, se van animando y a su vez solicitan bailes a nuestras acompañantes. Se encuentran ya un poco subidos de alcohol y “meten manos” descaradamente en cuanto pueden.
A la 1 de la noche se da por concluida la fiesta y ante el ambiente de ruido y nórdicos bebidos que vemos en la “disco”, optamos por retirarnos y descansar para mañana.
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