Desde Pto. de la Cruz a Icod de los vinos, se va por una carretera próxima a la costa y un paisaje de cardones, tabaibos y bejeques, endemismos botánicos canarios, de lo más interesante. Tras unos 20 kilómetros de recorrido, se llega a la ciudad del drago milenario, aunque tiene muchos otros. Típico pueblo canario, con sus plazuelas ajardinadas, sus iglesias con canterías de piedras negras volcánicas, su tempo detenido y sus mini degustaciones casi obligadas del vino local. Admiramos el impresionante drago desde una plazuela aledaña que nos presta su mejor perspectiva, visita a la iglesia del antiguo Convento de S. Francisco y de nuevo la carretera hacia Garachico.
Garachico es un pueblo marinero, con una gran roca (roque), inmersa el mar y delante de éste, a escasos metros de la orilla. Su baluarte defensivo es testigo mudo de cuando su puerto fue el más importante de la isla, hasta que fue reemplazado por el del Pto. de la Cruz. Llama, no obstante, la atención por sus piscinas seminaturales, construidas sobre el mismo acantilado. Nos bañamos en las pozas, profundas algunas, y contemplamos su vida tranquila al margen de tanto visitante. El viejo baluarte, muestra inequívoca de la defensa que había que dar a estas costas tan codiciadas, nos despide en nuestra marcha hacia el oeste, hasta Buenavista del Norte, pequeña localidad de este extremo noroccidental de la Isla.
Entramos hasta una céntrica plaza, con su característica y canaria iglesia y en nuestro afán de proseguir todo lo más posible hasta el poniente de la Isla, tomamos una carretera local con advertencia de riesgo de desprendimiento de tocas y de su prohibición de paso en días de fuerte viento o lluvias. La carreterita nos permite hermosas vistas de toda la costa acantilada y de sus puntas: Punta Negra, Punta del Fraile, Gaviota; para pasando por un largo túnel excavado sobre la propia roca y dejado tal cual, en estado natural, llevarnos a la Punta del Teno. El paso del túnel produce no ya un cambio en el paisaje, sino que también en el clima: cielos despejados y sol luciendo, calor, frente al fresco viento de la otra parte del norte de la isla. La carretera termina en las inmediaciones de un faro, en un paraje de coladas volcánicas que caen directamente al mar formando acantilados. Los Gigantes ya más al sur y tras una pequeña calita aprovechadas para el baño por los buenos conocedores de estas tierras.
Entramos hasta una céntrica plaza, con su característica y canaria iglesia y en nuestro afán de proseguir todo lo más posible hasta el poniente de la Isla, tomamos una carretera local con advertencia de riesgo de desprendimiento de tocas y de su prohibición de paso en días de fuerte viento o lluvias. La carreterita nos permite hermosas vistas de toda la costa acantilada y de sus puntas: Punta Negra, Punta del Fraile, Gaviota; para pasando por un largo túnel excavado sobre la propia roca y dejado tal cual, en estado natural, llevarnos a la Punta del Teno. El paso del túnel produce no ya un cambio en el paisaje, sino que también en el clima: cielos despejados y sol luciendo, calor, frente al fresco viento de la otra parte del norte de la isla. La carretera termina en las inmediaciones de un faro, en un paraje de coladas volcánicas que caen directamente al mar formando acantilados. Los Gigantes ya más al sur y tras una pequeña calita aprovechadas para el baño por los buenos conocedores de estas tierras.
Da la impresión de que hemos cambiado de mundo. Soledad, tranquilidad, aguas que invitan al baño, calor…
Después de admirar estos paisajes y al propio Macizo del Teno, una de las paleoislas que dio lugar al surgimiento de Tenerife hace unos 5 millones de años, tomamos el camino de regreso, no sin antes, al salir del túnel, detenernos unos momentos en el Mirador del Fraile, donde el fuerte y fresco viento nos devuelve al dominio de los alisios y de la costa norte de la isla.
Almorzamos en un bar de carreteras de la misma Buenavista: papas arrugadas con mojo y una enorme chuleta de cerdo, que sacia más que suficientemente nuestra hambre.
Y de aquí al Pto. de la Cruz, otra vez, al que llegamos sobre las 6 de la tarde.
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