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sábado, 5 de enero de 2013

Marruecos_1.Tarifa-Tanger


 Primera Etapa



De nuevo Marruecos. Está vez lo recorreremos de norte a Sur: un verdadero periplo por estas tierras.

Son las 17 horas, horario previsto para tomar el euroferry en Tarifa con destino a Tánger. Sopla un fuerte temporal de levante, que hace que el oleaje salte incluso por encima del abrigo del puerto. Aún habiendo embarcado, el ferry no consigue realizar las maniobras de desatraque. Nos comunican que se suspenden las salidas hasta la mañana siguiente. El puerto se cierra. Gran desilusión y pesar en todo el pasaje. Tenemos que volver a tierra. Las fuertes ráfagas del levante casi nos arrastran en el trayecto desde el puerto a la Estación Marítima. Trámites para que nos devuelvan el pasaje y búsqueda de soluciones alternativas. Desde Algeciras a Ceuta y pasar a Marruecos por la frontera del Tarajal. Allí nos pueden esperar nuestros vehículos y llevarnos a Tánger. Comienza la aventura.

La compañía naviera pone a nuestra disposición un autobús para realizar el trayecto Tarifa-Algeciras. Casi una hora de espera, para facilitar el acceso a todos los afectados. Subiendo hacia Algeciras, podemos contemplar directamente el estado de la mar. Allá a lo lejos, África: el Estrecho una vez más nos separa. Nuevos avatares que se suman a los que han precedido el comienzo de este viaje: aún no me creo que lo vaya a realizar… Hago votos para que estos malos presagios se acaben de una vez.

A las 22 horas embarcamos en un buque de Acciona: Las Palmas de Gran Canaria, un ¨gigante¨ que aguanta este vendaval. Zarpamos, por fin , hacia Ceuta. Una hora y media más tarde llegamos , búsqueda apresuradas de taxis y marchamos hacia la frontera. Los interminables trámites: visado y sellado de pasaportes para todo el grupo, que como siempre se hacen interminables. El frío que acompaña las noches de levante también nos acompaña. Por fin atravesamos tan añorada frontera. Entramos en Marruecos una vez más.

Cuatro vehículos todoterreno nos esperan , e iniciamos la expedición. Son la 1 de la madrugada hora española, las 23 hora marroquí. El cansancio se acumula ya en nuestros cuerpos y nos queda más de una hora para llegar a Tánger. Una hora en principio. El guía , también cansado, supongo, se equivoca varias veces en tan corto trayecto, algo inexplicable en un trayecto Castillejo-Tanger suficientemente señalizado. Se conoce que hoy la suerte no nos acompaña. En un nuevo ¨periplo¨ por fin llegamos , siendo más de la 1 de la madrugada, hora ya marroquí, al Hotel Rif & Spa de Tánger. Cena fria y descanso para proseguir con nuestro viaje los próximos días.

Marruecos_2 Tanger-Marrakech.


 2ª Etapa.

Partimos temprano, para superar los más de 600 kms. Que nos separan de Marrakech. El viaje lo vamos a realizar en vehículos 4X4 , previamente alquilados en dicha ciudad.

Primera parada en el puerto, para comprar agua y cambiar monedas: 11’36 DH por € , conseguimos. Desde aquí nos introducimos en el aparentemente caótico tráfico de las ciudades marroquíes. Y a pesar de ello, es fluido: el sentido de la prudencia y la oportunidad han de imperar, suponemos. Tomamos una excelente autopista que nos llevará primero a Rabat y luego a Casablanca, y desde allí a nuestro destino de la etapa de hoy. Recorremos una gran llanura en dirección sur, la más rica, desde el punto de vista agrícola del país, y desde luego convenientemente explotada por la colonización francesa. Pasamos de campos de cultivos de remolacha, patatas o fresas, a olivares y dehesas de alcornoques. Se suceden, del mismo modo, pinares y hasta algunos frondosos eucaliptales.
Terrenos rojizos hasta la altura de Asilach, luego tierras de bujeos labradas aún por yuntas de bueyes. Pasado Larache, apreciamos grandes cultivos de remolachas y fresas, hasta en recolección. Plantaciones de tomates completan estos cultivos y nos dan una idea de la fertilidad agrícola de esta zona.
Cuando la autovía pasa cerca de las playas, alcanzamos a ver dunas y un mar turquesa haciéndonos de horizonte. Se van sucediendo los pequeños asentamientos agrícolas, con casas de bloques de cemento y pequeños huertos y establos. Alguna manada de camellos pastan sobre los arenales… Eucaliptale y más eucaliptales, y entre ellos y a veces, bosquetes de alcornoques , hasta con sotobosque de helechos… Varias Reservas Naturales aparecen señaladas en los carteles informativos de la autovía, (protección para las avutardas y otras aves…). Acompaña como vegetación de los bordes de la autopista, acacias en estos momentos en una intensa floración amarilla, que destaca poderosamente sobre el terreno. No obstante, tanto el paisaje como la vegetación sigue siéndonos muy familiares. Grandes bandadas de cigüeñas Blancas , junto con Milanos negros planeado, nos acompañas frecuentemente durante el trayecto.

Parada en un área de servicio y primera comida marroquí aunque internacionalizada.: ensalada marroquí (sólo tomate y cebollas) y pinchitos de pollo, que no nos gustan nada. Claro, ya sin vino ni cerveza, la cocacola como acompañamiento. Terminamos con el insustituible te. Esta ha sido nuestra 2ª únicas paradas de todo el trayecto (la primera lo fue para repostar combustible).

Ya a la altura de Casablanca los suelos aparecen más claros y arcillosos. Tierras menos ricas y donde los trigales ocupan grandes extensiones. Son las 16 horas y uno de los indicadores de la autopista nos señala lo que nos queda: Casablanca-Marrakech 220 km. El terreno aún se va empobreciendo más y a la altura de Berrechid, tierras casi desérticas, pobres, sólo de pastos. A 120 km de Marrakech es el barro rojo el que se convierte en predominante del paisaje y aparecen las primeras edificaciones construidas con él: el adobe que ya no nos abandonará.

Comenzamos a distinguir las estribaciones del Gran Atlas, el terreno se hace más accidentado, dejamos la llanura y numerosas lomas arcillosas y polvorientas comienzan a flanquearnos. La temperatura también es más alta y lo apreciamos. Estamos llegando a Marrakech, suelos y colinas de aspectos desolados, ralas de vegetación, con afloraciones de areniscas y matorrales, cuando los hay, achaparrados.
La ¨ciudad roja¨se nos presenta con sus innumerables minaretes. El caótico tráfico vuelve a invadirnos. Por amplias avenidas y bulevares llegamos al Hotel Atlas Asni. Majestuoso, sobre todo en su holl y recepción y también en sus jardines. Dejamos el equipaje en la habitación y con la caida de la noche ya (las 19 h local), marchamos para la medina .Punto de referencia la gran plaza Jemna el-Fna. Búsqueda infructuosa de aparcamiento, y un tráfico endiablado, como de hora punta en una ciudad europea. Y sobre todo nos llama la atención, siempre nos la llama, la gran cantidad de personas en las calles. Como de fiesta sin serlo. La torre iluminada de la Kotubiya nos orienta. Por fin se puede aparcar y una riada humana nos conduce hacia la plaza. Estas gentes, este ambiente de fiesta, como decíamos, sin serlo, es lo que mas nos fascina de las ciudades marroquíes. Multitud de mujeres con velos y sin velos, a la europea o a lo tradicional, realizan compras, o parecen realizarlas. Cafetines repletos de hombres sentados en sus veladores viendo pasar al gentío,… Y por fin la gran plaza, las tantas veces descrita, pero no por ello menos sorprendente. Una abigarrada multitud que pasea, camina, escucha, compra, mira… Sus café repletos y sus terrazas. Destaca el Agava que tomamos como punto de encuentro. E infinidad de tenderetes de comidas, zumos de naranjas a 3 DH, frutos secos, dulces,… Probamos los excelentes zumos dulces y frescos y nos dejamos perder por el zoco. Tiendas y más tiendas, colorido, olores, sonidos… todo mágico. Callejeado por él llegamos a la plaza de los esclavos, donde antaño se comerciaban con ellos y donde nos cuentan que en 1920 se vendió el último de estos. Plaza cuadrangular, recoleta, llena de tenderetes de artesanía, y objetos de cestería y palma. Herboristería y venta de productos maravillosos para curar todos los males. Y olores y más olores y los colores llamativos de un sinfín de productos. Hasta enormes pieles de serpientes cuelgan de sus paredes.
A pesar de la hora, 11 de la noche, continúa el trasiego de personas y el ambiente de feria. De nuevo en la gran plaza y en los tenderetes al aire libre nos prestamos a probar la auténtica comida marroquí: sopa de harira, pinchitos de cordero y vaca, exquisito pan y aceitunas; salsas picantes…Faltaba el vino, pero todo no puede ser. Los tenderetes con mesas comunes para los comensales se llenas y vacían al ritmo de la marea humana de esta plaza. Té como postre más zumo de naranjas en los puestos callejeros. Multitud de corros junto a luces portátiles , cantan y bailan. Son los jóvenes que se divierten así y de camino contribuyen a dar tipismo a esta plaza. Lugar encantado, que el humo que se desprenden de los tenderetes de comida y se mezcla con el ambiente y las escasas luces, contribuyen a acrecentar y nos invita a la ensoñación y al recuerdo de las mil y una noche. Exotismo oriental que nos prepara para nuestro bien merecido, hoy, descanso.
Las imágenes, las sensaciones, las ensoñaciones de esta Marrakech nocturna, sin duda, permanecerán en nosotros más allá de las que nuestras cámaras hayan podido guardar.

viernes, 4 de enero de 2013

Marruecos_3 Marrakech Zagora, por el Gran Atlas.


3ª etapa

Despertar temprano, máxime cuando llevamos dos horas de diferencia con respecto a España en esta época (hora solar). Desayuno tipo buffet en el hotel, no muy bueno, mezcla del internacional con productos del país. No falta la miel ni los kreps, esas tradicionales tortitas marroquíes. Imbebible café y zumos de bote, que aún nos sabe peor al recordar a los tomados anoche en la gran plaza.

Hoy nos queda una larga etapa de 386 km hasta Zagora, atravesando el Atlas. Pero antes de dejar esta mágica ciudad, nos proponemos visitar dos de sus joyas: El Palais Badii y las Tumbas Saaadies. La expedición se organiza con nuestros cuatro vehículos todoterreno y partimos hacia la medina. Son las 9 h, hora local. Un tráfico aparentemente más tranquilo que el de anoche, pero no por ello menos caótico. Según nos acercamos a la medina, y antes de atravesar los lienzos de muralla roja, por el adobe de su construcción, que la rodea; el alminar de la Kotubiya vuelve a aparecérsenos en toda su altanera belleza. 62 metros de altura que no pueden dejar de recordarnos el de la Giralda de Sevilla, su inspiración hispao-musulmana es innegable. De 1158, según nos explica el guía, fue construido por los almohades como alminar de la mezquita llamada de los libreros, por el barrio donde se encontraba. Destaca su remate de cuatro esferas de cobre , simbolizando el triunfo del islam sobre las otras grandes religiones monoteístas.
Ahora el aparcamiento es más facil de encontrar, por unos cuantos dirhan y frete a las tumbas de unos de los fundadores de la ciudad. Desde aquí y por amplias calles, aún encontrándonos ya en la medina, nos dirigimos al Palacio el-Badi.Palacio terminado de construir en el siglo XVI y luego destruido por la dinastía que sucedió a los saadies en el gobierno de ciudad. Lienzo se murallas que resistieron dicha destrucción y el paso del tiempo nos dan ideas de la distribución de grandes estancias alrededor de un gran patio central, con estanques y cuatro piscinas en sus extremos para las favoritas del sultán. Las ruinas y los pies de muros aún levantados, nos dan idea de su antiguo esplendor. Los restos decorativos en muros, mosaicos y azulejos así nos lo atestiguan. Damos un amplio paseo por ese gran jardín central, con naranjos a casi nuestro nivel, pues están sembrados en una especie de foso. Contemplamos un hermoso mimbar (púlpito), para la oración, construido en Córdoba por los Almorávides (1137) y traído desmontado hasta la mezquita. Preciosa obra de maderas preciosas y marquetería. Desde las terrazas de este palacio tenemos unas magníficas vistas de la gran Marrakech: tejados jalonados con infinidad de antenas parabólicas que estropean este mar de tejados rojos entre los que sobresalen los minaretes de sus innumerables mezquitas. Y ese color ocre y polvoriento que todo lo invade. Algún almuecín llama a la oración y por distorsionados altavoces nos llega sus monocordes llamadas salmódicas. No podemos por menos que cerrar los ojos y dejarnos atrapar por este cúmulo de sensaciones. Y volver a tomar conciencia de que estamos aquí, que el sueño se está haciendo realidad.
Por sucias callejuelas, con su siempre presente actividad comercial y artesana, y luego de pasar por delante de varias mezquitas, llegamos a las Tumbas Sadianas, lugar de enterramiento de los nobles de dicha dinastía. Aneja a la mezquita de la kasba , fue cerrado su acceso por el Mulay Ismael de la dinastía aluita en señal de desprecio. Permaneció así olvidada, hasta que los primeros vuelos de la aviación francesa lo descubrieron. La entrada a la mezquita se encuentra enmarcada por un gran y decorado arco, que sin embargo termina en una baja puerta , para obligar a la humillación al entrar al recinto sagrado. Toda cargada de simbolismo religioso, las estancias construidas como mausoleos, presentan rica decoración que no puede dejarnos de recordar las de la Alambra de Granada, o la de los Reales Alcázares de Sevilla. Abundan las 3 ventanas o los 3 huecos, simbolismo de las tres religiones monoteístas. En sus jardines , tumbas más pequeñas, estelas de enterramientos de servidores del sultán u otras personas importantes de la ciudad. Después de salir por un angosto callejón, con aguadores ataviados para la ocasión con sus típicas vestimentas y adornos , posando para los turistas, llegamos a la monumental puerta de los corderos (Bab Aguenau), con la que se salía del recinto amurallado. Ricamente decorada y con la que de seguro se impresionarían los que por primera vez llegaban a este importante núcleo comercial y estratégico de la región, antes del gran desierto.

Desde aquí partimos hacia Zagora, por la ruta de Ouarzazate (Uarzazate). Las amplias avenidas y bulevares bordean los restos de lienzos de murallas y nos ponen en ruta. Pronto son apreciable el Antiatlas por el sur y el gran Atlas por el este y la carretera que nos subirá hasta el puerto de Tizi n´Tichka a 2260 m. Los picos del Gran Atlas, con hasta 4000 m, y nevados nos acompañarán ya en gran parte del recorrido. Una constante subida, pero de pendiente poco apreciable al comienzo , caracterizan esta ruta. Carretera muy transitada por peatones, bicicletas o pequeños ciclomotores que exigen extremar las precauciones al conducir. Durante un buen trayecto nos acompañan olivares y tierras de labor, de aspecto pobre y más bien de economía de subsistencia. A unos 900 m s.n.m., ya aparecen los terrenos montañosos de un intenso color ocre, pedregosos y áridos, con repoblaciones frecuentes de Pinos carrascos. Se van sucediendo las Kasbas, con sus colores apagados y perfectamente integradas en el paisaje. El paisaje se hace ya típico de montaña, con profundos valles surcados por “oued”, ríos, en cuya proximidades se asientan las kasbas y donde el mínimo terreno posible es aprovechado para sus huertos en terrazas. Paramos y fotografiamos algunos poblados que no pueden dejar de recordarnos los escenarios de la película “Babel”. Niños y vendedores de fósiles y amatistas por doquier. Basta una parada para que rápidos se nos acerquen y acosen.

Las cumbres nevadas del Atlas, aparecen continuamente. Nueva parada obligada en el puerto de montaña más alto de todo Marruecos (el Tizi n´Tichka con sus 2260 m de altura) y nos dejamos intimidar por el dominio de la geología, por la belleza de los doblamientos, verdaderas joyas de la arquitectura popular y de la integración en el paisaje, de la que tanto debíamos de aprender. Contraste entre los colores pálidos del roquedo y del ambiente en general y los verdes intensos de los cultivos, en los pequeños valles junto a los riachuelos.

Montañas y más montañas por carreteras todas a más de 1500 metros s. n. m. Paramos a comer en un cafetín de carretera. Negociación para poder consumir sólo las bebidas (agua y coca cola, no más). Con el excelente pan marroquí y diversas latas de conservas, traídas desde España, improvisamos un suculento almuerzo, o así nos lo parece aquí. El té como final no nos puede faltar. Proseguimos la ruta, bajando hasta la gran meseta, que nunca desciende por debajo de los 900 m, aunque ello supone ya un cambio apreciable en el paisaje: aspecto más desértico, pedregoso, de “desierto de Tabernas”. Estamos en una inmensa llanura mesetaria, pero que el GPS del vehículo nos marca a 1200 metros de altitud. Nos desviamos de la carretera principal, para por una pista terrosa, acercarnos a la Kasba Ait Ben Haddou, un autentico patrimonio de la humanidad, así lo tiene reconocido la UNESCO. Es más bien un alcazar (varias kasbah juntas), Urbanismo de adobe de gran belleza, en armonía absoluta con el paisaje que lo acoge. Desde lejos es posible apreciar todo el conjunto y retrotraernos a esas ciudades bíblicas que aún tenemos en nuestro imaginario colectivo. Pasamos el río Mellah, sobre unas piedras dispuestas para ello, y entramos en una de sus kasbah. Un patio central amurallado y con cuatro torres en las esquinas que hacen las funciones de granero, depósitos de aceite y agua y torre vigía. Con decoración geométrica con volúmenes sobre el mismo adobe, el conjunto alcanza una equilibrada composición y majestuosidad. Subimos a uno de sus torreones, y desde allí contemplamos los tejados del resto de las kasbahs y la serenidad de la belleza de lo simple e integrado en el medio.

Atravesamos unos montes de rocas oscuras y profundas gargantas y cortados, todo a más de 1000 metros de altura.

Antes de llegar a Ouarzazate, nos cae la noche , las kasbahs que secundan todo el trayecto se nos hacen más fantasmagóricas e irreales, si cabe. Gran actividad por las carreteras en este preámbulo de la noche cada vez que nos aproximamos a un poblado: transeúntes, grupos paseando, bicicletas sin iluminar,…que hacen peligroso para nosotros la conducción. Hombres sentados ante desvencijados y minúsculos cafetines, o ante cualquier pared, parecen que “viendo pasar el tiempo”. El Valle del Draa lo pasamos ya de noche cerrada. Sólo un inmenso cielo de estrellas nos acompañan, entre ellas, y sorteando la dificultad desde las ventanillas del vehículo, aún consigo reconocer a la Osa Mayor y a la Polar.

Llegamos por fin a Zagora, centro administrativo de todo el valle del Draa. Alojamiento en el hotel, y sin descanso, partida hacia unas jaimas bereberes donde nos han preparado la cena y la fiesta. Comida típica con frutos secos, cuscus, harira…naranjas y dátiles exquisitos, y té. Amenizada por bereberes ataviados para la ocasión con laud y otros instrumentos de cuerdas, y al son de esos ritmos nos deleitan con canciones cargadas de melancolía como la se “África madre”. La fiesta se va animando y jaleando de vez en cuando por gritos gucturales que lanzan las mujeres. Se baila y se nos saca a bailar y en esa armonía multicultural ponemos fín a este largo día, que el cansancio no perdona. Mañana veremos Zagora.

Marruecos_4 Zagora_Merzuga

                      4º etapa
Nos seguimos despertando a la hora española, 7 de la mañana, un madrugón en horario marroquí.Pero merece la pena, nada más abrir el balcón de nuestra habitación, quedamos maravillados con el inmenso palmeral que divisamos. El verdor, aún polvoriento de las palmeras, contrasta con el color pardo y grisáceo de todo a su alrededor. Verdor de oasis y fertilidad percibida ante la antepuerta del desierto. Se intuye que desde aquí parte otro mundo… 
Desayunamos en unos maravillosos y paradisiacos jardines, junto a una piscina que invita al baño, a pesar de lo temprano de la hora. Cantos de pájaros y frescor , junto a miel, kreps, dátiles y un horrible café… Y luego sesión de trabajo con uno de los profesores nativos, que compartiendo un te nos cuenta las singularidades del sistema educativo marroquí, muy copiado del francés, claro está): Escolas-Liceos. Marchamos para visitar precisamente uno de los liceos, allí su director nos sigue explicando particularidades de su organización y funcionamiento: aulas grandes , escuetas, desprovistas de casi toda decoración, exceptuando la foto de Mohamed VI y la bandera marroquí.
Parada en la calle comercial de Zagora y compra del inevitable pañuelo touareg, con lección incluida de cómo ponérselo. Ataviados ya para el desierto, vuelta  al hotel, y retrato obligado ante el cartel que indica Tombuctú, 52 día sen camello (recuerdo de que desde aquí partían las caravanas que cruzando el Sahara llegaban a Mali (en el Sahel).

            En cuanto tomamos la carretera en dirección de nuevo al valle del Dra, notamos un fuerte y variable viento; es el siroco, que levanta polvo y arena. Atravesamos, ahora sí de día, todo este inmenso valle, con palmerales y más palmerales, entremezclados con pequeños huertos en las terrazas de este río. Fertilidad y frescor entre ellos , a pesar de este seco y polvoriento viento que sopla. Al SW el Antiatlas, barrera montañosa de más de 2000m que cobija y separa del desierto. Por el E. las paredes oscuras y basalticasde los Jbel Tadrart (1386 m) y Jbel Rhart (1477 m). Vamos dejando el palmeraly entando en la hamada, el desierto de piedras.
Las Acacias raddianas van sustituyendo a las palmeras. Parada bajo algunas de ellas e improvisado picnic. Acacias de porte cónico invertido por la comida de sus ramas bajas por parte de los camellos, y ello a pesar de sus manifiestas espinas. También en cauces secos tarajes, aquí tamarindos, y adelfas. Suelos pedregosos , de rocas oscuras y negras (algunas tirando a verdosas) de aspectos basálticos.
Continuamos en dirección a Tazarine, para desde allí tomar una pista , que desierto adentro nos lleve a Merzuga. El guía , a pesar de su GPS, no encuentra la adecuada. La tormenta de arena levantada con el siroco, tampoco lo facilita. Paradas y preguntas a habitantes locales de misérrimas aldeas de adobe. Nos internamos en la hamada  pero la pista conduce a caminos intransitables o cortados por barrancos. Aventura en el desierto. La soledad del paisaje y su dureza nos sobrecoge. Varios intentos, algunas atascadas de los 4 x 4 en arenas y desistimos(las horas de luz que quedan  lo aconsejan). Aún así, parada en una pequeñísima aldea y niños que nos rodean y agradecen nuestros caramelos y obsequios. Pobreza absoluta.

Retomamos la carretera R108 que conduce a Erfoud (233 km), aunque nosotros nos desviaremos unos kilómetros antes para llegar a Merzuga, en el mismo Erg Chebbi . Carretera asfaltada  y estrecha pero muy poco transitada y que km a km, nos acerca a nuestro destino. Todavía tenemos tiempo, para realizar otra parada ante un abrigo de rocas junto al lecho de un río seco. Ascendemos por él hasta encontrar unas muestras de pinturas rupestres del Sahara: una especie de caballo ocre sobre la pared arenisca de roca. La noche cae y acercándonos a nuestro destino, de nuevo la carretera se hace más transitada. Los pobladores de aldeas vecinas que caminan y pasean por los inexistentes arcenes junto a algunas bicicletas. Tomando una pequeña carretera local llegamos a Merzuga, y a nuestro albergue: Kasbah le Touareg. Aquí vamos a pasar dos noches.
  El albergue es una construcción tipo Kasbah, de adobe decorada con elementos locales: mobiliario, y alfombras, todo muy bien conseguido. Patio interior con jardín y piscina y habitaciones dispuestas a su alrededor. La habitación es digna , aunque sin los lujos de un hotel. Pared de barro, apenas cortada por una ventanilla de marco azul añil.. Un llamativo lavabo de mármol negro fosilífero da su nota de singularidad al aposento. Luego comprobaremos que este tipo de mármol con fósiles (Belemnites blancos sobre fondo grisáceo), es muy frecuente en toda esta zona.
Ya nos tienen preparada la cena, y ahora si, hasta con cervezas: Tallin, aceitunas negras del país, ensalada que procuro no probar por precaución y un riquísimo pan. Mi harira no puede faltar.
            Como curiosidad, numerosos sapos, que sin duda viven o se aprovechas del agua de la piscina, salen ahora y se pasean tranquilamente por los pasillos que llevan a las habitaciones.
 Aún a pesar del cansancio, nos invitan los propietarios del Albergue, con un trato familiar y de lo más exquisito, no podemos rehusar, a irnos a las dunas que comienzan nada más salir y allí bajo las estrellas del desierto organizamos una pequeña fiesta bereber. La oscuridad una vez abandonada la kasbah es absoluta. Las estrellas del desierto, de las que tanto había escuchado hablar, están ahí. El espectáculo es sorprendente y nos cautiva a todos, más que la propia fiesta. Casi no soy capaz de reconocer a las constelaciones conocidas, al aparecer nuevas estrellas que desde nuestras ciudades no percibimos. Me voy orientando y distingo la Polar, la Osa Mayor, Géminis, Virgo,…Sentados en la arena, y en esa oscuridad, los bereberes comienzan a cantar al ritmo de un laud y unos timbales…Alguien aporta un whisky y Antonio rivaliza con ellos con la copla. Magia y belleza en esta soledad sonora del desierto. El sueño se está realizando. Estoy aquí y esto es el desierto y esta es mi noche…Recostado sobre las arenas, cantamos, bailamos y nos sentimos hasta integrados en la cultura del desierto y les escuchamos eso de :
               “En el desierto sólo arena y estrellas”  Cuánta verdad. Y lo estamos comprobando.

jueves, 3 de enero de 2013

Marruecos_5 Merzuga

        5ª Etapa

Deayuno en la terraza-jardín y paseo a continuación por los alrededores del albergue. Contemplamos por primera vez las dunas del “Erg” a plena luz. Las imágenes que tenemos guardadas del desierto se nos hacen realidad. Inmensas dunas de hasta 250 m de altura y una arena finísima, que más parece polvo, y de un color rojizo que se diferencian con las que tenemos conocidas de Doñana (muy empequeñecidas al lado de éstas). Bajo la duna, contemplamos una planta típica del Sahel y que aquí encuentra su límite norte de distribución: El manzano de Sodoma, un arbolillo tóxico incluso para los dromedarios. 
Después de caminar un rato y llenarnos de arenas de estas dunas, salimos para visitar el colegio de la zona. Uno aún más pobre que el que visitamos en Zagora. Nuevas explicaciones, pupitres solitarios y destartalados, pobre y escuálida decoración… Desde aquí partimos hacia el Erg el Chabbi, propiamente, internándonos en el mar de dunas, no sin que algún vehículo quede atrapado en la arenas y entre todos tengamos que sacarlo. Llegamos hasta un lago surgido al pie de la gran duna, y sin duda como zona de descarga de ésta. Estamos a medio camino entre Merzuga y Erfoud (a los 31º N según unas indicaciones que encontramos). El siroco comienza a soplar y lo hará fuerte levantando tormentas de arena. En el desierto existen 2 vientos dominantes: el sarogui, que sopla del SE, y el temible siroco, que sopla con dirección variable.
Desde la Kasbah Hotel Yasmina, contemplamos el lago salado, con una avifauna de flamencos y cigüeñulas, recortados sobre la inmensa duna de atrás. El siroco comienza a hacer de las suyas. Ahora comprendemos la utilidad del pañuelo tuareg; no hay otra forma de defenderse de la incómoda arena, tan fina que hasta peligran nuestras cámaras fotográficas. Desde aquí por pistas, buscamos la carretera que nos lleve de nuevo a Merzuga. Algunos ksar (alcázares), nos salen al paso, muchos transformados en albergues para los 4 X 4 y otros semiabandonados. 
La tormenta arrecia y sentimos toda su fuerza. Apenas se ven unos metros por delante de nosotros, como si estuviéramos inmersos en una espesa niebla. Nos dirigimos a una fábrica que trabaja con los fósiles. Extraídos de canteras próximos, aquí son labrados, pulidos y transformados en soportes para mesas u otro mobiliario. Los hay muy diversos, desde ammonites de gran tamaño a belemnites incrustados en mármol , o innumerable trilobites….Aquí se comercializa todo, venta al por mayor y a unos precios, que luego comprobaríamos, mucho mayor que el de los puestos de las carreteras. Las evidencias del gran mar que ocupó todo el Sahara y desde el que se alzó el propio Atlas son evidentes.
Todavía tuvimos hasta ocasión de que nos lloviera en el desierto. Un agua-barro en poca cantidad, pero lluvia al fin, que pronto enfanga y convierte en lodazal todo donde cae. 
Un curioso pozo artesiano, del que mana un considerable chorro de agua, completa la visita de este día, antes de que lleguemos a nuestro albergue y almorcemos. Quienes lo podamos hacer, pues las gastroenteritis han comenzado a hacer estragos. Por ahora nos estamos salvando de ellas. 
 Siesta en lo que queda de tarde, visita a los pies de la gran duna para coger la inevitable arena para los recuerdos y descanso para la siguiente jornada.


Marruecos_6 Merzuga_Agudal, atravesando el gran Atlas.

6ª Etapa  
Salimos temprano desde nuestro albergue.A nuestra izquierda vamos dejando el  Antiatlas, por una carretera que discurre sobre la hamada, el desierto de piedras, primero en dirección a Erfoud, para luego, tomando una carretera local, en dirección E, dirigirnos a Tinegir.
Rebaños de camellos  se recortan a lo lejos,  antes de que la depresión de Tafilalt, entre dos hamadas nos acoja. Sus inmensos palmerales son  regados por el rio Ziz (ese que veremos bajando el Gran Atlas, después), y que son considerados la autentica puerta del desierto del Sahara, no obstante, de aquí partían antaño las caravanas que lo cruzaban.
Dejamos la carretera que nos llevaría a Errachidia (y a Rich y a Midelt, poblaciones por la que pasaremos en la siguiente jornada, una vez atravesado el Atlas). Tomamos, pues, dirección a Tinegir, con hamada a ambos lados de la carretera, aunque a nuestra derecha se levantan ya las primeras estribaciones del Gran Atlas. Parada para repostar combustible y te de rigor. La electricidad se ha ido en la región y tienen que suministrárnoslo con bombas de mano (a la mañana siguiente descubriremos que junto al gasóleo  también nos habían cargado bastante agua).
Cruzamos pequeñas poblaciones, todas de adobe o con modernos bloques de cemento pero teñidos del gris-ocre de la región. Una vez alcanzado Tinergir (o Tinerhir), tomamos una pequeña carretera, hacia el N, siguiendo el cauce del río Todra. Dos Kasar , Ait Onaritane y Zª Abdelali, nos ofrecen sus hermosas vistas sobre el valle de dicho río. Al pié, otro bello palmeral sirve de contrapunto colorista a sus ocres muros recortados sobre rocas de su mismo colorido. Llegamos así a la garganta del  Todra, excavada entre rocas calizas de paredes verticales de casi 300 m de altura. Las aguas del río se remansa al cruzar la angosta garganta y toma un color azul-turquesa, que contrasta fuertemente  con la coloración rojiza general. Desde aquí y por una pista, sólo apta para todoterrenos,  vamos a ir remontándolo hacia las altas cimas del Atlas, algunas de más de 3000 m, como Toumliline (3156 m). Pistas que son las delicias de los 4 X 4 y los viajes de aventuras, cruzando riachuelos, lechos pedregosos y teniendo que superar puertos, como el de Tizi Tirherhouzine de 2700m ( Itinerario marcado como R703). Parada para comer en uno de los albergues de esta ruta (con indicaciones de que está recomendado por la Guía Trotamundos).
La poca agricultura que observamos se encuentra en las terrazas de los río, pero con un verdor esplendoroso, que destaca aún más si cabe,  en este monocromo paisaje de roquedos. Montañas desnudas, pedregosas, con ausencia total de árboles y niños que salen de las numerosas aldeíllas que cruzamos, acercándose corriendo hacia la pista y pidiéndonos algo (sin duda, están acostumbrado  a este tipo de turismo y que siempre cae algún caramelo, al menos). Niñas de pocos años, a su vez con hermanas pequeñas amarradas a la espalda de aspecto mísero, bastantes, hasta descalzos. La miseria y la pobreza de estas tierras de montañas duras, se nos muestran sin pudor.
Paramos en el puerto de montaña y se notan los 2700 m de altura. La temperatura  ha descendido y encontramos una vegetación típica de alta montaña : arbustos achaparrados y acojinados,  piornos y otras plantas típicas. Soledad y acompañamiento de la tierra, de la roca , a la vez. Rocas calizas, profundas gargantas y la inmensidad del Atlas.
En Agudal, mísera población por encima de los 2400m de altura, tenemos el albergue. A este, si se le puede llamar humilde, con habitaciones pequeñas y destartaladas, pero con un confortable salón-comedor, que invita al descanso y a la conversación. Cambiamos las sábanas de las habitaciones (ahora si, no nos hemos atrevido a dormir en las que tenía), y partimos para visitar la escuela local. Pequeñita, de un solo maestro, donde nos explica la realidad socioeducativa de la región. Familias con 6 ó 7 hijos, de los que se encargan de cuidar las niñas, por lo que éstas, desde pronto dejan de acudir a la escuela. Los niños, en cambio, lo dejan un poco más mayores para ir a cuidar los rebaños , mientras  las mujeres trabajan en los huertos y en la casa, y los hombres, a partir de un número de hijos, pasan el día sentado a las puertas de sus casas con sus largas chilabas claras. Una amplia representación de los niños del poblado nos acompañan en nuestra visita, todos pidiendo a la vez (algunas compañeras que meten las manos en sus bolsillos para dar algo, son literalmente asaltadas).
Calles polvorientas, casas míseras, sin luz, sin agua, ni por supuesto saneamiento. Paisaje ,otra vez, que nos recuerda bastante al de la película “Babel”.
Cena en el albergue, con el inevitable cuscús de carne de pollo, te para la tertulia y descanso bajo un techo de cañizos y adobe que a algunos se le antoja que pueda dar paso a cualquier cosa. La temperatura ha descendido bastante y la gruesa manta  de lana que teníamos en la habitación cumple a la perfección su cometido.
 

miércoles, 2 de enero de 2013

Marruecos_7 Agudal-Chaouen

7ª Etapa

 Larga etapa la que nos espera hoy, de más de 600 kms. Dejamos Agudal siguiendo la pista en dirección a Rich y paralela al río Ziz, pero ahora en la alta montaña. 187 kms  de pistas por una geología sorprendente . Contemplamos todo tipo de accidentes geológicos, como si de una lección de geología se tratara: sinclinales, anticlinales, derrubios, conos de deyección, estratos , plegamientos, fallas….Casi todo el trayecto discurre a más de 2000m , y rodeados por picos de más de 3000. Ya más abajo, identificamos plantas de boj, pistachos y bosquetes de sabinas albar.












Son las 11 de la mañana, cuando abandonamos el Gran Atlas e incorporándonos a una carretera nacional (la N13), nos dirigimos a Midelt. Pronto divisamos una amplia llanura, el interatlas, que nos dará paso al Medio Atlas. Desde aquí, también es posible contemplar las cumbres nevadas del Gran Atlas que acabamos de dejar.
En dirección a Azrou, atravesamos el puerto más alto del medio Atlas, a 2200 m de altura. Picos nevados de estas montañas (Ayachi-El nevado), que superan fácilmente los 2200 m también nos acompañan. Paisaje más arbolado y verde que los del gran Atlas. Pronto aparecen los cedros coronando las cimas y pequeñas lagunas temporales en praderas al pié de los picos, llamadas Dayas. Los bosques de cedros se van haciendo más tupidos en la cercanía ya de Azrou, entre los que aparecen intercalados ahora, encinas y quejigos.
Hacemos una parada antes de llegar a esa ciudad, para podernos fotografiar con los monos de Berbería, que como los de Gibraltar, se acercan solícitos a los turistas para recibir frutos secos. Cedros altísimos de más de 30 m y tupido sotobosque de matorral mediterráneo.
Pasamos por Ito, y desde su mirador podemos contemplar todas las montañas dejadas atrás. Allí los franceses han dejado una placa en recuerdo de una princesa que unió las tribus de estos lugares para combatir valientemente contra los colonizadores.
Descendemos  ya constantemente y entramos en la zona de Meknes, importante ciudad comunicada por autopista con Fez y Rabat, que dejamos a un lado, para ya siempre en dirección norte, proseguir hasta Chaouen. Zona de viñedos, donde se produce el vino más importante se Marruecos. Paradoja de zona de producción vinícola en un país que no bebe. Claro ,es para los infieles y allá ellos.
Kilómetros tras kilómetros, nos vamos acercando a nuestro destino. Y según vamos llegando, el paisaje se hace otra vez agreste, pero de montes cubiertos de vegetación, en un paisaje ya muy familiar , que en poco se distingue del nuestro. Estamos en el Rif. Parada en lo que fue el puesto fronterizo del protectorado español. Y con las luces de la noche, divisamos por fin Chaouen.
Alojamiento en el hotel, ahora si un hotel, cena y bajada a la población. Compras en las pocas tiendas que aun quedan abiertas y paseo por algunas de sus callejuelas, de paredes encaladas de añil. El misterio de la noche y de las luces engrandecen más , si cabe, su belleza y exotismo.
Una fina lluvia comienza a caer…

martes, 1 de enero de 2013

Marruecos_8 Chaouen-Tanger, el regreso

8ª etapa

Preocupados por el tiempo y el vendaval que azota el Estrecho, partimos hacia Tanger. Concurrida carretera , con elevado tráfico de camiones y constantes obras.
Llegada al puerto de Tanger y nos recomiendan coger el primer barco que salga, antes de que se interrumpan las conexiones marítimas. Tomamos uno , no hacia Tarifa, como teníamos previsto, si no de nuevo hacia Algeciras. Enorme ferry  de una naviera marroquí , que navega, primero muy pegado a la costa africana con rumbo a Ceuta. El Jbel Musa y la Isla del Perejil nos sirven de referencia. Y tenemos una visión distinta de Belione y de toda la bahía de Benzú, tan familiar ya para mi. A la altura de Ceuta cruce del Estrecho hasta Algeciras.
Llegamos a las 17 horas (hora española).  El periplo ha terminado.