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sábado, 5 de enero de 2013

Marruecos_2 Tanger-Marrakech.


 2ª Etapa.

Partimos temprano, para superar los más de 600 kms. Que nos separan de Marrakech. El viaje lo vamos a realizar en vehículos 4X4 , previamente alquilados en dicha ciudad.

Primera parada en el puerto, para comprar agua y cambiar monedas: 11’36 DH por € , conseguimos. Desde aquí nos introducimos en el aparentemente caótico tráfico de las ciudades marroquíes. Y a pesar de ello, es fluido: el sentido de la prudencia y la oportunidad han de imperar, suponemos. Tomamos una excelente autopista que nos llevará primero a Rabat y luego a Casablanca, y desde allí a nuestro destino de la etapa de hoy. Recorremos una gran llanura en dirección sur, la más rica, desde el punto de vista agrícola del país, y desde luego convenientemente explotada por la colonización francesa. Pasamos de campos de cultivos de remolacha, patatas o fresas, a olivares y dehesas de alcornoques. Se suceden, del mismo modo, pinares y hasta algunos frondosos eucaliptales.
Terrenos rojizos hasta la altura de Asilach, luego tierras de bujeos labradas aún por yuntas de bueyes. Pasado Larache, apreciamos grandes cultivos de remolachas y fresas, hasta en recolección. Plantaciones de tomates completan estos cultivos y nos dan una idea de la fertilidad agrícola de esta zona.
Cuando la autovía pasa cerca de las playas, alcanzamos a ver dunas y un mar turquesa haciéndonos de horizonte. Se van sucediendo los pequeños asentamientos agrícolas, con casas de bloques de cemento y pequeños huertos y establos. Alguna manada de camellos pastan sobre los arenales… Eucaliptale y más eucaliptales, y entre ellos y a veces, bosquetes de alcornoques , hasta con sotobosque de helechos… Varias Reservas Naturales aparecen señaladas en los carteles informativos de la autovía, (protección para las avutardas y otras aves…). Acompaña como vegetación de los bordes de la autopista, acacias en estos momentos en una intensa floración amarilla, que destaca poderosamente sobre el terreno. No obstante, tanto el paisaje como la vegetación sigue siéndonos muy familiares. Grandes bandadas de cigüeñas Blancas , junto con Milanos negros planeado, nos acompañas frecuentemente durante el trayecto.

Parada en un área de servicio y primera comida marroquí aunque internacionalizada.: ensalada marroquí (sólo tomate y cebollas) y pinchitos de pollo, que no nos gustan nada. Claro, ya sin vino ni cerveza, la cocacola como acompañamiento. Terminamos con el insustituible te. Esta ha sido nuestra 2ª únicas paradas de todo el trayecto (la primera lo fue para repostar combustible).

Ya a la altura de Casablanca los suelos aparecen más claros y arcillosos. Tierras menos ricas y donde los trigales ocupan grandes extensiones. Son las 16 horas y uno de los indicadores de la autopista nos señala lo que nos queda: Casablanca-Marrakech 220 km. El terreno aún se va empobreciendo más y a la altura de Berrechid, tierras casi desérticas, pobres, sólo de pastos. A 120 km de Marrakech es el barro rojo el que se convierte en predominante del paisaje y aparecen las primeras edificaciones construidas con él: el adobe que ya no nos abandonará.

Comenzamos a distinguir las estribaciones del Gran Atlas, el terreno se hace más accidentado, dejamos la llanura y numerosas lomas arcillosas y polvorientas comienzan a flanquearnos. La temperatura también es más alta y lo apreciamos. Estamos llegando a Marrakech, suelos y colinas de aspectos desolados, ralas de vegetación, con afloraciones de areniscas y matorrales, cuando los hay, achaparrados.
La ¨ciudad roja¨se nos presenta con sus innumerables minaretes. El caótico tráfico vuelve a invadirnos. Por amplias avenidas y bulevares llegamos al Hotel Atlas Asni. Majestuoso, sobre todo en su holl y recepción y también en sus jardines. Dejamos el equipaje en la habitación y con la caida de la noche ya (las 19 h local), marchamos para la medina .Punto de referencia la gran plaza Jemna el-Fna. Búsqueda infructuosa de aparcamiento, y un tráfico endiablado, como de hora punta en una ciudad europea. Y sobre todo nos llama la atención, siempre nos la llama, la gran cantidad de personas en las calles. Como de fiesta sin serlo. La torre iluminada de la Kotubiya nos orienta. Por fin se puede aparcar y una riada humana nos conduce hacia la plaza. Estas gentes, este ambiente de fiesta, como decíamos, sin serlo, es lo que mas nos fascina de las ciudades marroquíes. Multitud de mujeres con velos y sin velos, a la europea o a lo tradicional, realizan compras, o parecen realizarlas. Cafetines repletos de hombres sentados en sus veladores viendo pasar al gentío,… Y por fin la gran plaza, las tantas veces descrita, pero no por ello menos sorprendente. Una abigarrada multitud que pasea, camina, escucha, compra, mira… Sus café repletos y sus terrazas. Destaca el Agava que tomamos como punto de encuentro. E infinidad de tenderetes de comidas, zumos de naranjas a 3 DH, frutos secos, dulces,… Probamos los excelentes zumos dulces y frescos y nos dejamos perder por el zoco. Tiendas y más tiendas, colorido, olores, sonidos… todo mágico. Callejeado por él llegamos a la plaza de los esclavos, donde antaño se comerciaban con ellos y donde nos cuentan que en 1920 se vendió el último de estos. Plaza cuadrangular, recoleta, llena de tenderetes de artesanía, y objetos de cestería y palma. Herboristería y venta de productos maravillosos para curar todos los males. Y olores y más olores y los colores llamativos de un sinfín de productos. Hasta enormes pieles de serpientes cuelgan de sus paredes.
A pesar de la hora, 11 de la noche, continúa el trasiego de personas y el ambiente de feria. De nuevo en la gran plaza y en los tenderetes al aire libre nos prestamos a probar la auténtica comida marroquí: sopa de harira, pinchitos de cordero y vaca, exquisito pan y aceitunas; salsas picantes…Faltaba el vino, pero todo no puede ser. Los tenderetes con mesas comunes para los comensales se llenas y vacían al ritmo de la marea humana de esta plaza. Té como postre más zumo de naranjas en los puestos callejeros. Multitud de corros junto a luces portátiles , cantan y bailan. Son los jóvenes que se divierten así y de camino contribuyen a dar tipismo a esta plaza. Lugar encantado, que el humo que se desprenden de los tenderetes de comida y se mezcla con el ambiente y las escasas luces, contribuyen a acrecentar y nos invita a la ensoñación y al recuerdo de las mil y una noche. Exotismo oriental que nos prepara para nuestro bien merecido, hoy, descanso.
Las imágenes, las sensaciones, las ensoñaciones de esta Marrakech nocturna, sin duda, permanecerán en nosotros más allá de las que nuestras cámaras hayan podido guardar.

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