Salimos temprano desde nuestro albergue.A nuestra izquierda vamos dejando el Antiatlas, por una carretera que discurre sobre la hamada, el desierto de piedras, primero en dirección a Erfoud, para luego, tomando una carretera local, en dirección E, dirigirnos a Tinegir.
Rebaños de camellos se recortan a lo lejos, antes de que la depresión de Tafilalt, entre dos hamadas nos acoja. Sus inmensos palmerales son regados por el rio Ziz (ese que veremos bajando el Gran Atlas, después), y que son considerados la autentica puerta del desierto del Sahara, no obstante, de aquí partían antaño las caravanas que lo cruzaban.
Dejamos la carretera que nos llevaría a Errachidia (y a Rich y a Midelt, poblaciones por la que pasaremos en la siguiente jornada, una vez atravesado el Atlas). Tomamos, pues, dirección a Tinegir, con hamada a ambos lados de la carretera, aunque a nuestra derecha se levantan ya las primeras estribaciones del Gran Atlas. Parada para repostar combustible y te de rigor. La electricidad se ha ido en la región y tienen que suministrárnoslo con bombas de mano (a la mañana siguiente descubriremos que junto al gasóleo también nos habían cargado bastante agua).
Cruzamos pequeñas poblaciones, todas de adobe o con modernos bloques de cemento pero teñidos del gris-ocre de la región. Una vez alcanzado Tinergir (o Tinerhir), tomamos una pequeña carretera, hacia el N, siguiendo el cauce del río Todra. Dos Kasar , Ait Onaritane y Zª Abdelali, nos ofrecen sus hermosas vistas sobre el valle de dicho río. Al pié, otro bello palmeral sirve de contrapunto colorista a sus ocres muros recortados sobre rocas de su mismo colorido. Llegamos así a la garganta del Todra, excavada entre rocas calizas de paredes verticales de casi 300 m de altura. Las aguas del río se remansa al cruzar la angosta garganta y toma un color azul-turquesa, que contrasta fuertemente con la coloración rojiza general. Desde aquí y por una pista, sólo apta para todoterrenos, vamos a ir remontándolo hacia las altas cimas del Atlas, algunas de más de 3000 m, como Toumliline (3156 m). Pistas que son las delicias de los 4 X 4 y los viajes de aventuras, cruzando riachuelos, lechos pedregosos y teniendo que superar puertos, como el de Tizi Tirherhouzine de 2700m ( Itinerario marcado como R703). Parada para comer en uno de los albergues de esta ruta (con indicaciones de que está recomendado por la Guía Trotamundos).
La poca agricultura que observamos se encuentra en las terrazas de los río, pero con un verdor esplendoroso, que destaca aún más si cabe, en este monocromo paisaje de roquedos. Montañas desnudas, pedregosas, con ausencia total de árboles y niños que salen de las numerosas aldeíllas que cruzamos, acercándose corriendo hacia la pista y pidiéndonos algo (sin duda, están acostumbrado a este tipo de turismo y que siempre cae algún caramelo, al menos). Niñas de pocos años, a su vez con hermanas pequeñas amarradas a la espalda de aspecto mísero, bastantes, hasta descalzos. La miseria y la pobreza de estas tierras de montañas duras, se nos muestran sin pudor.
Paramos en el puerto de montaña y se notan los 2700 m de altura. La temperatura ha descendido y encontramos una vegetación típica de alta montaña : arbustos achaparrados y acojinados, piornos y otras plantas típicas. Soledad y acompañamiento de la tierra, de la roca , a la vez. Rocas calizas, profundas gargantas y la inmensidad del Atlas.
En Agudal, mísera población por encima de los 2400m de altura, tenemos el albergue. A este, si se le puede llamar humilde, con habitaciones pequeñas y destartaladas, pero con un confortable salón-comedor, que invita al descanso y a la conversación. Cambiamos las sábanas de las habitaciones (ahora si, no nos hemos atrevido a dormir en las que tenía), y partimos para visitar la escuela local. Pequeñita, de un solo maestro, donde nos explica la realidad socioeducativa de la región. Familias con 6 ó 7 hijos, de los que se encargan de cuidar las niñas, por lo que éstas, desde pronto dejan de acudir a la escuela. Los niños, en cambio, lo dejan un poco más mayores para ir a cuidar los rebaños , mientras las mujeres trabajan en los huertos y en la casa, y los hombres, a partir de un número de hijos, pasan el día sentado a las puertas de sus casas con sus largas chilabas claras. Una amplia representación de los niños del poblado nos acompañan en nuestra visita, todos pidiendo a la vez (algunas compañeras que meten las manos en sus bolsillos para dar algo, son literalmente asaltadas).
Calles polvorientas, casas míseras, sin luz, sin agua, ni por supuesto saneamiento. Paisaje ,otra vez, que nos recuerda bastante al de la película “Babel”.
Cena en el albergue, con el inevitable cuscús de carne de pollo, te para la tertulia y descanso bajo un techo de cañizos y adobe que a algunos se le antoja que pueda dar paso a cualquier cosa. La temperatura ha descendido bastante y la gruesa manta de lana que teníamos en la habitación cumple a la perfección su cometido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario