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viernes, 4 de enero de 2013

Marruecos_4 Zagora_Merzuga

                      4º etapa
Nos seguimos despertando a la hora española, 7 de la mañana, un madrugón en horario marroquí.Pero merece la pena, nada más abrir el balcón de nuestra habitación, quedamos maravillados con el inmenso palmeral que divisamos. El verdor, aún polvoriento de las palmeras, contrasta con el color pardo y grisáceo de todo a su alrededor. Verdor de oasis y fertilidad percibida ante la antepuerta del desierto. Se intuye que desde aquí parte otro mundo… 
Desayunamos en unos maravillosos y paradisiacos jardines, junto a una piscina que invita al baño, a pesar de lo temprano de la hora. Cantos de pájaros y frescor , junto a miel, kreps, dátiles y un horrible café… Y luego sesión de trabajo con uno de los profesores nativos, que compartiendo un te nos cuenta las singularidades del sistema educativo marroquí, muy copiado del francés, claro está): Escolas-Liceos. Marchamos para visitar precisamente uno de los liceos, allí su director nos sigue explicando particularidades de su organización y funcionamiento: aulas grandes , escuetas, desprovistas de casi toda decoración, exceptuando la foto de Mohamed VI y la bandera marroquí.
Parada en la calle comercial de Zagora y compra del inevitable pañuelo touareg, con lección incluida de cómo ponérselo. Ataviados ya para el desierto, vuelta  al hotel, y retrato obligado ante el cartel que indica Tombuctú, 52 día sen camello (recuerdo de que desde aquí partían las caravanas que cruzando el Sahara llegaban a Mali (en el Sahel).

            En cuanto tomamos la carretera en dirección de nuevo al valle del Dra, notamos un fuerte y variable viento; es el siroco, que levanta polvo y arena. Atravesamos, ahora sí de día, todo este inmenso valle, con palmerales y más palmerales, entremezclados con pequeños huertos en las terrazas de este río. Fertilidad y frescor entre ellos , a pesar de este seco y polvoriento viento que sopla. Al SW el Antiatlas, barrera montañosa de más de 2000m que cobija y separa del desierto. Por el E. las paredes oscuras y basalticasde los Jbel Tadrart (1386 m) y Jbel Rhart (1477 m). Vamos dejando el palmeraly entando en la hamada, el desierto de piedras.
Las Acacias raddianas van sustituyendo a las palmeras. Parada bajo algunas de ellas e improvisado picnic. Acacias de porte cónico invertido por la comida de sus ramas bajas por parte de los camellos, y ello a pesar de sus manifiestas espinas. También en cauces secos tarajes, aquí tamarindos, y adelfas. Suelos pedregosos , de rocas oscuras y negras (algunas tirando a verdosas) de aspectos basálticos.
Continuamos en dirección a Tazarine, para desde allí tomar una pista , que desierto adentro nos lleve a Merzuga. El guía , a pesar de su GPS, no encuentra la adecuada. La tormenta de arena levantada con el siroco, tampoco lo facilita. Paradas y preguntas a habitantes locales de misérrimas aldeas de adobe. Nos internamos en la hamada  pero la pista conduce a caminos intransitables o cortados por barrancos. Aventura en el desierto. La soledad del paisaje y su dureza nos sobrecoge. Varios intentos, algunas atascadas de los 4 x 4 en arenas y desistimos(las horas de luz que quedan  lo aconsejan). Aún así, parada en una pequeñísima aldea y niños que nos rodean y agradecen nuestros caramelos y obsequios. Pobreza absoluta.

Retomamos la carretera R108 que conduce a Erfoud (233 km), aunque nosotros nos desviaremos unos kilómetros antes para llegar a Merzuga, en el mismo Erg Chebbi . Carretera asfaltada  y estrecha pero muy poco transitada y que km a km, nos acerca a nuestro destino. Todavía tenemos tiempo, para realizar otra parada ante un abrigo de rocas junto al lecho de un río seco. Ascendemos por él hasta encontrar unas muestras de pinturas rupestres del Sahara: una especie de caballo ocre sobre la pared arenisca de roca. La noche cae y acercándonos a nuestro destino, de nuevo la carretera se hace más transitada. Los pobladores de aldeas vecinas que caminan y pasean por los inexistentes arcenes junto a algunas bicicletas. Tomando una pequeña carretera local llegamos a Merzuga, y a nuestro albergue: Kasbah le Touareg. Aquí vamos a pasar dos noches.
  El albergue es una construcción tipo Kasbah, de adobe decorada con elementos locales: mobiliario, y alfombras, todo muy bien conseguido. Patio interior con jardín y piscina y habitaciones dispuestas a su alrededor. La habitación es digna , aunque sin los lujos de un hotel. Pared de barro, apenas cortada por una ventanilla de marco azul añil.. Un llamativo lavabo de mármol negro fosilífero da su nota de singularidad al aposento. Luego comprobaremos que este tipo de mármol con fósiles (Belemnites blancos sobre fondo grisáceo), es muy frecuente en toda esta zona.
Ya nos tienen preparada la cena, y ahora si, hasta con cervezas: Tallin, aceitunas negras del país, ensalada que procuro no probar por precaución y un riquísimo pan. Mi harira no puede faltar.
            Como curiosidad, numerosos sapos, que sin duda viven o se aprovechas del agua de la piscina, salen ahora y se pasean tranquilamente por los pasillos que llevan a las habitaciones.
 Aún a pesar del cansancio, nos invitan los propietarios del Albergue, con un trato familiar y de lo más exquisito, no podemos rehusar, a irnos a las dunas que comienzan nada más salir y allí bajo las estrellas del desierto organizamos una pequeña fiesta bereber. La oscuridad una vez abandonada la kasbah es absoluta. Las estrellas del desierto, de las que tanto había escuchado hablar, están ahí. El espectáculo es sorprendente y nos cautiva a todos, más que la propia fiesta. Casi no soy capaz de reconocer a las constelaciones conocidas, al aparecer nuevas estrellas que desde nuestras ciudades no percibimos. Me voy orientando y distingo la Polar, la Osa Mayor, Géminis, Virgo,…Sentados en la arena, y en esa oscuridad, los bereberes comienzan a cantar al ritmo de un laud y unos timbales…Alguien aporta un whisky y Antonio rivaliza con ellos con la copla. Magia y belleza en esta soledad sonora del desierto. El sueño se está realizando. Estoy aquí y esto es el desierto y esta es mi noche…Recostado sobre las arenas, cantamos, bailamos y nos sentimos hasta integrados en la cultura del desierto y les escuchamos eso de :
               “En el desierto sólo arena y estrellas”  Cuánta verdad. Y lo estamos comprobando.

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