Jueves 28 de marzo. Ruta de las cascadas del
Kelaa
Nos levantamos con la hora marroquí, después
de habernos despertado con la llamada a la oración del almuhecín, para que
tomáramos conciencia de que estamos en Marruecos. Desde la terraza del propio
hotel nos deslumbramos con el suave azul de Chaouen, las verdes cumbres del
Tisouka y el Magó, las puntas de los cuernos del significado de su nombre en
lengua local. El minarete de la mezquita vieja y la rojiza Kasbah sobresaliendo
sobre el conjunto bien equilibrado de la medina y la moderna ciudad, completan
esta primera visión.
Desayuno en el hotel con el sabroso pan
marroquí y el imprescindible zumo de naranja natural y salida de nuevo por la
carretera que nos trajo desde Tetuán hasta que a la altura del embalse sobre el
Oued Laou, en Dar Akoubad, tomamos una carretera local que discurre al
principio paralela a ese río, para después desviarse en dirección a la
población de Akchour, desde donde iniciaremos nuestro sendero. Cruzando un pequeño puente ante un embalse
hidroeléctrico, en la propia confluencia con el río Farda y el Kelaa. Será
siguiendo a este último por donde nos internamos en un bosque de galería,
repleto de mimbreras, adelfas o juncos. Y en las zonas más altas el
omnipresente ya araar (Tetraclinis articulata), o tuya bereber, acompañado de
lentiscos, durillos o coscojas de porte arbóreo.
La lluvia, que nos amenazaba, hace acto de presencia, pero mientras caiga tan suave no nos resultará un gran problema. Precisamente, las fuertes lluvias de las últimas semanas son las responsables de la alta crecida de este río y que los saltos de agua se sucedan unos tras otros y que nos obliguen a vadear continuamente las arroyadas que bajan de la garganta y terminan en el Kelaa. El trabajo erosivo del agua sobre las calizas nos brindan caprichosas formas y nos explican el origen de la profunda garganta en que se ha encajonado este río. Las jaras (Cistus albidus) y las alhucemas (lavandulas), junto con los durillos, los madroños, las coscojas o los brezos, nos acompañan cuando el sendero debe separarse y subir algunos metros sobre el Kelaa. Y claro, el arar hasta donde la verticalidad de las paredes se lo permiten. Diversos chamizos como merenderos, fabricados con troncos y ramas del lugar, dan idea de lo transitado de este sendero y de su uso en épocas veraniega como lugar de baño. En uno de ellos nos sirven un reconfortante té y realizamos ante unas hermosas cascadas un descanso en la ruta.
Después del descanso proseguimos unos
kilómetros más, pero vamos comprobando lo crecido que viene el río y lo
dificultoso que se pone su inevitable vadeo. A duras pena cruzamos a la otra
orilla, por donde prosigue el sendero, sobre pilones y piedras que sobresalen de las aguas , pero en el próximo la dificultad y el riesgo aconsejan no cruzarlo,
así que nos vemos obligados a volver sin haber alcanzado la gran cascada. Ni tampoco haber visto ningún mono de Berbería (Macaca sylvanus) ¡Otra
vez será,…!
Regresamos así, antes de lo previsto a Akchour y a Chaouen. El llegar antes de lo previsto nos va a permitir pasear por la ciudad azul siguiendo una de sus rutas, la ruta del agua.
La del Rass El Maa, con sus pequeñas cascadas, sus surguimiento desde el interior de la montaña, sus antiguos molinos y acequias que aprovechaban las fuerzas de sus aguas y hasta sus lavaderos públicos, aun usados todavía. Nos deleitamos con tanta agua, con tanto rumor que nos recuerda vagamente a la carrera del Darro en Granada y que no recordamos de las otras ocasiones en que estuvimos aquí. Callejeamos por las laberínticas calles de su medina, admirando sus singularidades arquitectónicas, sus puertas únicas, el azul vahído de sus paredes, las innumerables tiendas de artesanía, ya de cueros, sandalias, alfombras o tapetes y chilabas. Terminamos en la plaza principal o de Outa el Hammam, ante
La lluvia que nos acompañó parte del sendero
de esta mañana parece que se ha retirado y nos va a dar un respiro.
Esta noche cenamos en Casa Hassam,
restaurante y hotel emblemático cuanto los haya de Xauen. La harira, el cuscú,
los pasteles y el siempre té.
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