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martes, 15 de abril de 2014

Tanger a Marrakech en tren 2

28 de feb. Marrakech

Nada más salir de la estación, buscamos lugar para desayunar. Junto a la misma estación encontramos una moderna cafetería con terraza a la avenida Hassan II. Desayuno occidental de café y pan tostado, más bien calentado, pero que nos sabe a gloria.
Ahora nos queda encontrar el Hotel Amani, que parecía fácil por su proximidad a la estación y su situación en la Avd. Mohamed VI, pero que al preguntar por él para confirmar, o interesadamente o por no entendernos suficientemente, nos indican una dirección contraria. Debemos rectificar con la ayuda de nuestro plano y cruzando las avenidas con la dificultad de sortear un tráfico que apenas respeta los pasos de peatones
(no se paran hasta que no tienen más remedio o te atropellan). A pocos minutos encontramos el hotel, que realmente está cerca de la estación y frente al Palacio de
La Moderna Marrakech
Congreso. El Amani Hôtel Appart nos parece agradable , con habitaciones bien decoradas y confortables. Mientras terminan de prepararnos las habitaciones nos dan un té de bienvenida en la terraza. Ésta si merece la pena, con vistas panorámicas de la ciudad, sobre todo hacia el sur, la avenida y al fondo un Atlas nevado que hace nuestras delicias.Tomamos este primer té y nos relajamos rodeados de captus y veladores que nos protegen de un sol que ya comienza a calentar. Programamos las visitas del día: Plaza Jemma el Fna, Museo de Marrakech y Madraza.
La silueta de la Koutoubia (S XII) nos aparece por primera vez con su majestuosidad y omnipresencia dentro de la Medina. Nos recreamos en su contemplación y en buscarle semejanza con la de la Giralda de Sevilla, ambas del periodo almohade. Explicamos el significado de las cuatro bolas, o manzanas que coronan su minarete dándole sus 70 m de altura: Representaciones del mundo terrenal, el del cielo y el espiritual, y una pequeña última bola donativo de la sultana , que con sus joyas donadas quiso reparar el haberse saltado un día de ayuno en el Ramadan.
La Kutubia
Entramos en la medina por la puerta de Bab Jdid y de aquí por una calle con modernas tiendas de móviles y agencias de viajes para concertar excursiones por los alrededores, nos encontramos de pronto con el diáfano espacio de la plaza de Jemma el Fna, la plaza de las plazas, con su indescriptible espectáculo de siempre: encantadores de serpientes, músicos, contadores de cuentos, vendedores...Todos a la búsqueda y captura de los euros de los turistas. Espectacular, pero no tanto como en la noche, en donde  retoma toda su magia y exotismo. Así que dejaremos para entonces el maravillarnos aún más con su ambiente, su colorido y sus sonidos. Y nos podemos , por menos que recordar a Juan Goytisolo y la descripción que hace de ella en su novela Makbara: “ todas las guías mienten no hay por donde cogerla
ágora, representación teatral, punto de convergencia: espacio abierto y plural, vasto ejido de ideas
campesinos, pastores, áscaris, comerciantes, charlatanes venidos de las centrales de autocares, estaciones de taxi, paradas de coches de alquiler somnolientos: amalgamados en una masa ociosa, absortos en la contemplación del ajetreo cotidiano,” así es la plaza y más.

Dejamos la plaza para entrar en el zoco y con más o menos acierto pretendemos tomar la Rue Rahba Kédima , que al final nos dejaría en la Plaza Ben Youssef . Eso sí, por un zoco donde la conducción alocada de las motocicletas, a toda velocidad y sin precaución alguna, nos hace estar constantemente en alerta y teniéndonos que apartar para dejarles paso, cuando no son los carros tirados por burros u otros vehículos parecidos. Ello nos impide el paseo relajado para la contemplación y la inmersión en la abigarrada multitud, en los productos de artesanía y otros varios de sus puestos, en sus olores, en sus colores,... Ya en la Plaza buscada, nos enteramos que hoy sólo podemos visitar la Madraza por el exagerado precio de 50 DHM, no están abierto ni el museo ni la Kouba.
En Madraza Ben Youssef
Así y todo, la Medraza o Medersa de Ben Youssef merece la pena. Construida a finales del S XVI, fue la escuela coránica más grande e importante de todo el Marrueco de su época, contrastando la rica decoración de su exterior y el austero aspecto de sus celdas. Sobresalen su prolija decoración de estucos y azulejos de su patio interior, su profusión de pequeñas ventanas hermosamente decoradas, las figuras geométricas y vegetales y las tiras de escritura cúfica. Después del patio interior, con su pila para las ablusiones, su mezquita, con su bien diferenciado muro de la quibla y el mihrab; subimos a su segundo piso para contemplar las antiguas y austeras celdas que ocupaban como alojamiento sus más de 900 estudiantes. Celdas donde apenas caben un camastro y una pequeña mesa para el estudio y la oración. En la plaza nos acercamos también a la Qubba almorávide, lugar de enterramiento de una persona santa y que merece veneración, con su planta cuadrada y cubierta abovedada. La verdad es que no presentaba desde el exterior ningún aspecto a destacar, más allá de su antigüedad y su pertenencia a una de las dinastías “constructora” de Marrakech.

Buscamos el regreso a la Plaza de Jemma el Fna, y el comer en algunos de sus restaurantes en terraza, contemplando la plaza, ahora tranquila y como somnolienta. Cuscús, Brochetas de cordero y té, siempre té.

Vuelta al hotel, para descansar un poco y prepararnos para la noche.

La noche la dejamos para maravillarnos otra vez con la magia de Jemma el Fna, ese viaje en el recuerdo a lo que habíamos imaginado de los cuentos de las mil y una noche, con toda su fantasía y exotismo. Espectáculo total en esa casi oscuridad, solamente solventada por los faroles que aportan sus propios actores, o las guirnaldas de luces de sus tenderetes y o puestos de zumos de naranjas o frutos secos. Multitud diversa de mirones, turistas asombrados, paseantes, comerciantes, vendedores, cuentacuentos inteligibles para nosotros, músicos de timbales y ritmos frenéticos.
la magia de la noche en Jemma el Fna
Gentes, sonidos, luces, olores... Comunidad de personas desde lenguas y culturas tan distintas. De nuevo Makbara y sus magistrales narraciones de lo inenarrable, se nos vienen al recuerdo.
Nos adentramos ahora en el zoco de noche: igualmente borrachera de colores, de artículos y artesanías que se repiten miméticamente hasta la saciedad: babuchas, bolsos de cuero, orfebrería, telas ropas, especies, frutos secos, farmacología bereber,.. Y motos, más motos, que impiden que disfrutemos totalmente de este ambiente de compras y regateos.
Y otra vez la plaza, y a los tenderetes de comidas con sus olores a fritos y asados y en sus bancos y mesas comunales degustar la harira, la sopa por esencia marroquí, las aceitunas, los picantes, los pinchitos , y el pan, el excelente pan marroquí. Y niños que esperan que les des las sobras de lo que dejamos: la miseria junto a la magia.
Comida en los tenderetes de la Plaza


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