28
de feb. Marrakech
Nada
más salir de la estación, buscamos lugar para desayunar. Junto a la
misma estación encontramos una moderna cafetería con terraza a la
avenida Hassan II. Desayuno occidental de café y pan tostado, más
bien calentado, pero que nos sabe a gloria.
Ahora
nos queda encontrar el Hotel Amani, que parecía fácil por su
proximidad a la estación y su situación en la Avd. Mohamed VI, pero
que al preguntar por él para confirmar, o interesadamente o por no
entendernos suficientemente, nos indican una dirección contraria.
Debemos rectificar con la ayuda de nuestro plano y cruzando las
avenidas con la dificultad de sortear un tráfico que apenas respeta
los pasos de peatones
(no
se paran hasta que no tienen más remedio o te atropellan). A pocos
minutos encontramos el hotel, que realmente está cerca de la
estación y frente al Palacio de
Congreso. El Amani Hôtel Appart nos
parece agradable , con habitaciones bien decoradas y confortables.
Mientras terminan de prepararnos las habitaciones nos dan un té de
bienvenida en la terraza. Ésta si merece la pena, con vistas
panorámicas de la ciudad, sobre todo hacia el sur, la avenida y al
fondo un Atlas nevado que hace nuestras delicias.Tomamos este primer
té y nos relajamos rodeados de captus y veladores que nos protegen
de un sol que ya comienza a calentar. Programamos las visitas del
día: Plaza Jemma el Fna, Museo de Marrakech y Madraza.
La Moderna Marrakech |
La
silueta de la Koutoubia (S XII) nos aparece por primera vez con su
majestuosidad y omnipresencia dentro de la Medina. Nos recreamos en
su contemplación y en buscarle semejanza con la de la Giralda de
Sevilla, ambas del periodo almohade. Explicamos el significado de las
cuatro bolas, o manzanas que coronan su minarete dándole sus 70 m de
altura: Representaciones del mundo terrenal, el del cielo y el
espiritual, y una pequeña última bola donativo de la sultana , que
con sus joyas donadas quiso reparar el haberse saltado un día de
ayuno en el Ramadan.
La Kutubia |
Entramos
en la medina por la puerta de Bab Jdid y de aquí por una calle con
modernas tiendas de móviles y agencias de viajes para concertar
excursiones por los alrededores, nos encontramos de pronto con el
diáfano espacio de la plaza de Jemma el Fna, la plaza de las plazas,
con su indescriptible espectáculo de siempre: encantadores de
serpientes, músicos, contadores de cuentos, vendedores...Todos a la
búsqueda y captura de los euros de los turistas. Espectacular, pero
no tanto como en la noche, en donde retoma toda su magia y exotismo. Así
que dejaremos para entonces el maravillarnos aún más con su
ambiente, su colorido y sus sonidos. Y nos podemos , por menos que
recordar a Juan Goytisolo y la descripción que hace de ella en su
novela Makbara: “ todas las guías mienten no hay por donde
cogerla
ágora,
representación teatral, punto de convergencia: espacio abierto y
plural, vasto ejido de ideas
campesinos,
pastores, áscaris, comerciantes, charlatanes venidos de las
centrales de autocares, estaciones de taxi, paradas de coches de
alquiler somnolientos: amalgamados en una masa ociosa, absortos en la
contemplación del ajetreo cotidiano,” así es la plaza y más.
Dejamos
la plaza para entrar en el zoco y con más o menos acierto
pretendemos tomar la Rue Rahba Kédima , que al final nos dejaría en
la Plaza Ben Youssef . Eso sí, por un zoco donde la conducción
alocada de las motocicletas, a toda velocidad y sin precaución
alguna, nos hace estar constantemente en alerta y teniéndonos que
apartar para dejarles paso, cuando no son los carros tirados por
burros u otros vehículos parecidos. Ello nos impide el paseo
relajado para la contemplación y la inmersión en la abigarrada
multitud, en los productos de artesanía y otros varios de sus
puestos, en sus olores, en sus colores,... Ya en la Plaza buscada,
nos enteramos que hoy sólo podemos visitar la Madraza por el
exagerado precio de 50 DHM, no están abierto ni el museo ni la
Kouba.
Así y todo, la Medraza o Medersa de Ben Youssef merece la
pena. Construida a finales del S XVI, fue la escuela coránica más
grande e importante de todo el Marrueco de su época, contrastando la
rica decoración de su exterior y el austero aspecto de sus celdas.
Sobresalen su prolija decoración de estucos y azulejos de su patio
interior, su profusión de pequeñas ventanas hermosamente decoradas,
las figuras geométricas y vegetales y las tiras de escritura
cúfica. Después del patio interior, con su pila para las
ablusiones, su mezquita, con su bien diferenciado muro de la quibla y
el mihrab; subimos a su segundo piso para contemplar las antiguas y
austeras celdas que ocupaban como alojamiento sus más de 900
estudiantes. Celdas donde apenas caben un camastro y una pequeña
mesa para el estudio y la oración. En la plaza nos acercamos también
a la Qubba almorávide, lugar de enterramiento de una persona santa y
que merece veneración, con su planta cuadrada y cubierta abovedada.
La verdad es que no presentaba desde el exterior ningún aspecto a
destacar, más allá de su antigüedad y su pertenencia a una de las
dinastías “constructora” de Marrakech.
En Madraza Ben Youssef |
Buscamos
el regreso a la Plaza de Jemma el Fna, y el comer en algunos de sus
restaurantes en terraza, contemplando la plaza, ahora tranquila y
como somnolienta. Cuscús, Brochetas de cordero y té, siempre té.
Vuelta
al hotel, para descansar un poco y prepararnos para la noche.
La
noche la dejamos para maravillarnos otra vez con la magia de Jemma el
Fna, ese viaje en el recuerdo a lo que habíamos imaginado de los
cuentos de las mil y una noche, con toda su fantasía y exotismo.
Espectáculo total en esa casi oscuridad, solamente solventada por
los faroles que aportan sus propios actores, o las guirnaldas de
luces de sus tenderetes y o puestos de zumos de naranjas o frutos
secos. Multitud diversa de mirones, turistas asombrados, paseantes,
comerciantes, vendedores, cuentacuentos inteligibles para nosotros,
músicos de timbales y ritmos frenéticos.
Gentes, sonidos, luces,
olores... Comunidad de personas desde lenguas y culturas tan
distintas. De nuevo Makbara y sus magistrales narraciones de lo
inenarrable, se nos vienen al recuerdo.
la magia de la noche en Jemma el Fna |
Nos
adentramos ahora en el zoco de noche: igualmente borrachera de
colores, de artículos y artesanías que se repiten miméticamente
hasta la saciedad: babuchas, bolsos de cuero, orfebrería, telas
ropas, especies, frutos secos, farmacología bereber,.. Y motos, más
motos, que impiden que disfrutemos totalmente de este ambiente de
compras y regateos.
Y
otra vez la plaza, y a los tenderetes de comidas con sus olores a
fritos y asados y en sus bancos y mesas comunales degustar la
harira, la sopa por esencia marroquí, las aceitunas, los picantes,
los pinchitos , y el pan, el excelente pan marroquí. Y niños que
esperan que les des las sobras de lo que dejamos: la miseria junto a
la magia.
Comida en los tenderetes de la Plaza |
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