El Algarve: Sanlúcar-Pôrtigos
En poco más de 3 horas la
autopista y la autovía nos llevan a cruzar el puente internacional sobre el
Guadiana. Ahora con la novedad de los peajes en la Vía do Infante de Sagres,
que cruza todo el Algarve. Unos operarios portugueses atienden en un punto de
control a los vehículos extranjeros, a los que mediante tarjetas de crédito,
identifican para automáticamente ser identificados en cada arco de peajes y
cargarles el importe correspondiente.
Retrasamos nuestros relojes una
hora para ponerlos en horario portugués de verano (GMT+1) y circulamos por la
“autoestrada” con menos tráfico del que recordamos de otras ocasiones (el peaje,
sin duda, es el causante). V.R. S. Antonio, Tavira, S. Bras de Apostel, Olhâo,
Faro, Loulê o Albufeira, son las salidas que nos van apareciendo. Antes hacemos
una parada en el área de servicios de Olhâo, ya familiar para nosotros.
21 de julio. Albufeira
llegamos a la larga Rua 5 de Octubro, paseando por su zona peatonal entre innumerables tiendas y
tenderetes con productos de artesanía o para el turismo. Ascendemos por una empinada calle para visitar su Igreja Matriz, con su hermosa torre-campanario y su portada neoclásica de inconfundible estilo portugués. La encontramos abierta y podemos contemplar su altar mayor bajo una bóveda por la que penetra una luz de sugestivos efectos. Nos encontramos también la Igreja Sao Sebastiaô y con la de la torre del reloj, que como consecuencia del terremoto de Lisboa que también se sintió aquí, está desprovista de su cuerpo superior, sustituido por una estructura de hierro que quiere recordarlo. Desde la calle que corona el acantilado contemplamos la magnífica Praia do Peneco a nuestros pies y más a levante la de los Pescadores.
Callejeamos entre establecimientos para turistas y tenderetes en una Albufeira que es uno de los grandes centros turísticos del Algarve, muy concurrida en esta época. Después de pasar por el curioso pasaje excavado en la roca para dar acceso más fácil a la playa y tomarnos unas cervecitas desde el mirador de algún restaurante, dejamos Albufeira para regresar al hotel.
Descanso
y tarde de playa en Rocha, encontrándonos con las transparentes aguas de este
mar y cobijados por el acantilado rocoso que da a esta cala un encanto
especial. Subimos a visitar la ermita de
Ntra. Srª de Rocha, pequeña iglesia del S. XVI, pero con pórtico con columnas
de capiteles visigóticos. Blanca, encaramada en la punta del acantilado y
ofreciendo hermosas vistas de toda la costa: Armançâo de Pera, al levante, o
Galé y la propia Abufeira ya perdida en el horizonte. Por su poniente la Praia
do Albandeira y sus acantilados con techos de depósitos detríticos anaranjados,
pliocénicos y sus calizas y margas fosilíferas de mioceno, en su base.
Vegetación de matorral mediterráneo y pinares, ponen el contrapunto verde a
tanto ocre y azul del mar,...
Ya durante la noche, visitamos el
Festival internacional de figuras de arena en Pera, dedicado en 2013 a la
música: figuras de compositores, cantantes de todos los tiempos, dioses mitológicos,
instrumentos y composiciones de música tradicional; resaltan por una
iluminación colorida, que acrecientan el aspecto mágico de todas estas efímeras
figuras de arena.
22 de julio Portimâo
Cruzando el río Arade por su
moderno puente, atravesamos Portimâo por amplias avenidas, hasta la Alameda de
la República. Pasamos ante la monumental fachada del Colegio de los Jesuitas y
nos encontramos con la Iglesia de la Concepción, totalmente restaurada en su
exterior.
Como mucho de los edificios de Portugal, debió quedar destruida en
terremoto de Lisboa de 1755 y posteriormente reconstruida en el estilo de la
época, el neoclasicismo, aunque conservando la planta y algunos elementos del
original, en este caso la puerta de arcos ojivales góticos. Una nave amplia
cobija un hermoso retablo en el altar mayor y la Concepción, y en sus laterales
otros con la virgen de Fátima o un crucificado. Desde la Iglesia, bajamos a la
ribera del Arade, hasta la Praça Manuel Teixeira y el Jardim Vizconde Vivar.
Allí ofertan pequeños cruceros para costear y visitar los impresionantes
acantilados de Lagos, entre pilastras y grutas testigos del antiguo acantilado.
Por 35€ por persona, almuerzo a bordo incluido, nos parece un buen precio y lo
acordamos para el día siguiente.
Cruzamos Portimâo
longitudinalmente para encontrar su
Praia da Rocha, con un largo paseo marítimo y una playa de rubia arena y azules
aguas. El baño era obligado.
Regresamos, tomando ahora el
puente de hierro que cruza el Arade y que nos conecta con la E125.
Tarde de descanso y compras en un
supermercado: bacalaos, el vino verde o el Oporto, los paté de sardinas; no podían faltar....
Noche en Armançâo de Pera, centro
turístico de primer orden, con prolongado paseo marítimo repleto de tiendas y
tenderetes y un gran ambiente. Turismo internacional por doquier y pub y
terrazas repletas más allá de la madrugada. Lástima que no hayamos podido
visitar esta villa y sus playas durante el día.
23 de julio De crucero Portimâo-Lagos
Desde la ribera del Arade, en
Portimâo, en el embarcadero “Cais Vasco de Gama”, subimos a un marineo velero,
el Osiris, por el que navegaremos por la ría, dejando Ferragudo a babor y saliendo al Atlántico. De Ferragudo
contemplaremos su vieja iglesia, encaramada en la terraza sobre el río, sus
viejos astilleros y playas y fincas de recreo.
A estribor iremos dejando la
marina de Portimâo, para una vez en el mar, navegar primero con rumbo sur,
alejándonos de la costa y luego tomar oeste, en dirección a Lagos. La Praia da
Rocha nada más salir de la embocadura de la ría, rodeada por altos y modernos
edificios que cubren todo el “sky line”
y nos da una visión prototípica de un centro turístico que ha
despreciado al viejo Portimâo.
Navegamos a motor buscando el
avistamiento de delfines (golfinhos, en portugués). Alejados unas cuantas
millas de la costa y cuando Lagos se avista a nuestro estribor, encontramos las
primeras familias de delfines comunes. Las embarcaciones lo abordan y éstos
parecen jugar con ellas, cruzándose por sus proas o nadando junto a sus cascos.
Juegan y saltan, se sumergen y vuelven a salir, en un ininterrumpido
espectáculo que no deja a nadie a bordo indiferente. Nunca los vi tan cerca en
otros avistamientos. Deben ser varias familias de más de medio centenar de
individuos.
Una vez deleitados con los
delfines, nos dirigimos a la Ponta da Piedades, de la que sobresale su faro
acompañado de dos coquetas palmeras arriba del promontorio. Nos acercamos así a
los espectaculares acantilados de Lagos, con sus arcos y grutas, testigos del
antiguo acantilado que la erosión marina ha ido haciendo retroceder. Una
verdadera lección de geología....
Fondeamos bajo la misma Punta,
frente a unos restos en forma de pilastras, de lo más característicos y nos
damos el primer chapuzón arrojándonos desde el velero. Frías y transparentes
aguas atlánticas, de un azul turquesa
que contrasta con el amarillo anaranjado del calcáreo roquedo, o el verdor de
sus techos.
Luego nos transbordamos a una
pequeña embarcación fuera borda, por la que navegamos con toda maestría de su
patrón bajo arcos y grutas increíbles, acercándonos a escasos metros de
recónditas y solitarias calitas. Todo un espectáculo de geología, de los
efectos de la erosión del mar sobre las calcarenitas. Penetramos en grutas en
las que la luz se filtra bajo sus aguas dando una luminosidad especial, jugando
con los posibles azules del mar. Gruñonas y confiadas gaviotas patiamarillas
nos acompañan durante el recorrido, y sargos y lisas que son posibles
contemplar bajo sus cristalinas aguas.
Regreso al velero para el almuerzo
a bordo: frango no churrasco y ensalada, acompañados de una fresca sangría.
La tripulación nos muestra la
atracción de los sargos por los restos de pollo: bancos de ellos se arremolinan
ante lo que se les arroja por la borda. No se desperdicia nada. También las
gaviotas se aprestan al festín: los restos más grandes son deglutidos de una
sola vez. Se nota que están acostumbradas a este suplemento alimenticio que les
arrojan los turistas.
El regreso lo hacemos navegando a
vela, aprovechando la fresca brisa que se ha levantado. Despliegan la mayor y
el foque, que una vez calzadas, hacen que el velero navegue plácidamente hacia
levante, costeando frente a Lagos y acercándonos a Portimâo de nuevo. Plácida
navegación, como decíamos, sin el ruido acompasado del motor, y dejándonos
mover por los elementos, que en poco más de dos horas, nos lleva hasta la
desembocadura del Arade, al que remontamos en busca del embarcadero.
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