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lunes, 12 de agosto de 2013

Escapada a Portugal. Verano 2013





El Algarve: Sanlúcar-Pôrtigos

En poco más de 3 horas la autopista y la autovía nos llevan a cruzar el puente internacional sobre el Guadiana. Ahora con la novedad de los peajes en la Vía do Infante de Sagres, que cruza todo el Algarve. Unos operarios portugueses atienden en un punto de control a los vehículos extranjeros, a los que mediante tarjetas de crédito, identifican para automáticamente ser identificados en cada arco de peajes y cargarles el importe correspondiente.
Retrasamos nuestros relojes una hora para ponerlos en horario portugués de verano (GMT+1) y circulamos por la “autoestrada” con menos tráfico del que recordamos de otras ocasiones (el peaje, sin duda, es el causante). V.R. S. Antonio, Tavira, S. Bras de Apostel, Olhâo, Faro, Loulê o Albufeira, son las salidas que nos van apareciendo. Antes hacemos una parada en el área de servicios de Olhâo, ya familiar para nosotros.
Proseguimos por la Vía, hasta la salida 7, una vez pasada Albufeira, en dirección a Alcantarilha, donde tomando la E125, llegamos en pocos kilómetros a Porches, que dejamos para siguiendo las indicaciones a Armançao de Pera, llegar a nuestro destino en Encosta dos Alporchinhos: Hotel BeLive Palmeiras Village. La señalización a  Srª do Rocha, es la más segura y la que seguimos ya que en sus inmediaciones es donde se encuentra el hotel. Complejo hotelero con el “todo incluido”, que nos disponemos a disfrutar. Almuerzo tipo buffet, tarde de piscina y relajación y visita a la playa de Srª do Rocha, entre acantilados de calcáreo fosilíferos. Como en toda esta zona del Algarve, son visibles los efectos de la erosión marina sobre estos blandos acantilados que han ido retrocediendo ante la fuerza del mar. Las advertencias y los restos de desprendimientos son suficientemente evidentes.


21 de julio.   Albufeira


Dejando la E125 a la altura de guía y tomando para entrar en Albufeira la Avenida dos descubrimientos,

llegamos a la larga Rua 5 de Octubro, paseando por su zona peatonal entre innumerables tiendas y
tenderetes con productos de artesanía o para el turismo. Ascendemos por una empinada calle para visitar su Igreja Matriz, con su hermosa torre-campanario y su portada neoclásica de inconfundible estilo portugués. La encontramos abierta y podemos contemplar su altar mayor bajo una bóveda por la que penetra una luz de sugestivos efectos. Nos encontramos también la Igreja Sao Sebastiaô y con la de la torre del reloj, que como consecuencia del terremoto de Lisboa que también se sintió aquí, está desprovista de su cuerpo superior, sustituido por una estructura de hierro que quiere recordarlo. Desde la calle que corona el acantilado contemplamos la magnífica Praia do Peneco a nuestros pies y más a levante la de los Pescadores.

Callejeamos entre establecimientos para turistas y tenderetes en una Albufeira que es uno de los grandes centros turísticos del Algarve, muy concurrida en esta época. Después de pasar por el curioso pasaje excavado en la roca para dar acceso más fácil a la playa y tomarnos unas cervecitas desde el mirador de algún restaurante, dejamos Albufeira para regresar al hotel.

            Descanso y tarde de playa en Rocha, encontrándonos con las transparentes aguas de este mar y cobijados por el acantilado rocoso que da a esta cala un encanto especial. Subimos  a visitar la ermita de Ntra. Srª de Rocha, pequeña iglesia del S. XVI, pero con pórtico con columnas de capiteles visigóticos. Blanca, encaramada en la punta del acantilado y ofreciendo hermosas vistas de toda la costa: Armançâo de Pera, al levante, o Galé y la propia Abufeira ya perdida en el horizonte. Por su poniente la Praia do Albandeira y sus acantilados con techos de depósitos detríticos anaranjados, pliocénicos y sus calizas y margas fosilíferas de mioceno, en su base. Vegetación de matorral mediterráneo y pinares, ponen el contrapunto verde a tanto ocre y azul del mar,...


Ya durante la noche, visitamos el Festival internacional de figuras de arena en Pera, dedicado en 2013 a la música: figuras de compositores, cantantes de todos los tiempos, dioses mitológicos, instrumentos y composiciones de música tradicional; resaltan por una iluminación colorida, que acrecientan el aspecto mágico de todas estas efímeras figuras de arena.










22 de julio   Portimâo
Cruzando el río Arade por su moderno puente, atravesamos Portimâo por amplias avenidas, hasta la Alameda de la República. Pasamos ante la monumental fachada del Colegio de los Jesuitas y nos encontramos con la Iglesia de la Concepción, totalmente restaurada en su exterior. 
Como mucho de los edificios de Portugal, debió quedar destruida en terremoto de Lisboa de 1755 y posteriormente reconstruida en el estilo de la época, el neoclasicismo, aunque conservando la planta y algunos elementos del original, en este caso la puerta de arcos ojivales góticos. Una nave amplia cobija un hermoso retablo en el altar mayor y la Concepción, y en sus laterales otros con la virgen de Fátima o un crucificado. Desde la Iglesia, bajamos a la ribera del Arade, hasta la Praça Manuel Teixeira y el Jardim Vizconde Vivar. Allí ofertan pequeños cruceros para costear y visitar los impresionantes acantilados de Lagos, entre pilastras y grutas testigos del antiguo acantilado. Por 35€ por persona, almuerzo a bordo incluido, nos parece un buen precio y lo acordamos para el día siguiente.

Cruzamos Portimâo longitudinalmente  para encontrar su Praia da Rocha, con un largo paseo marítimo y una playa de rubia arena y azules aguas. El baño era obligado.



Regresamos, tomando ahora el puente de hierro que cruza el Arade y que nos conecta con la E125.

Tarde de descanso y compras en un supermercado: bacalaos, el vino verde o el Oporto, los paté de  sardinas; no podían faltar....

Noche en Armançâo de Pera, centro turístico de primer orden, con prolongado paseo marítimo repleto de tiendas y tenderetes y un gran ambiente. Turismo internacional por doquier y pub y terrazas repletas más allá de la madrugada. Lástima que no hayamos podido visitar esta villa y sus playas durante el día.

23 de julio       De crucero Portimâo-Lagos

Desde la ribera del Arade, en Portimâo, en el embarcadero “Cais Vasco de Gama”, subimos a un marineo velero, el Osiris, por el que navegaremos por la ría, dejando Ferragudo a  babor y saliendo al Atlántico. De Ferragudo contemplaremos su vieja iglesia, encaramada en la terraza sobre el río, sus viejos astilleros y playas y fincas de recreo.
A estribor iremos dejando la marina de Portimâo, para una vez en el mar, navegar primero con rumbo sur, alejándonos de la costa y luego tomar oeste, en dirección a Lagos. La Praia da Rocha nada más salir de la embocadura de la ría, rodeada por altos y modernos edificios que cubren todo el “sky line”  y nos da una visión prototípica de un centro turístico que ha despreciado al viejo Portimâo.
Navegamos a motor buscando el avistamiento de delfines (golfinhos, en portugués). Alejados unas cuantas millas de la costa y cuando Lagos se avista a nuestro estribor, encontramos las primeras familias de delfines comunes. Las embarcaciones lo abordan y éstos parecen jugar con ellas, cruzándose por sus proas o nadando junto a sus cascos. Juegan y saltan, se sumergen y vuelven a salir, en un ininterrumpido espectáculo que no deja a nadie a bordo indiferente. Nunca los vi tan cerca en otros avistamientos. Deben ser varias familias de más de medio centenar de individuos.

Una vez deleitados con los delfines, nos dirigimos a la Ponta da Piedades, de la que sobresale su faro acompañado de dos coquetas palmeras arriba del promontorio. Nos acercamos así a los espectaculares acantilados de Lagos, con sus arcos y grutas, testigos del antiguo acantilado que la erosión marina ha ido haciendo retroceder. Una verdadera lección de geología....



Fondeamos bajo la misma Punta, frente a unos restos en forma de pilastras, de lo más característicos y nos damos el primer chapuzón arrojándonos desde el velero. Frías y transparentes aguas  atlánticas, de un azul turquesa que contrasta con el amarillo anaranjado del calcáreo roquedo, o el verdor de sus techos.
Luego nos transbordamos a una pequeña embarcación fuera borda, por la que navegamos con toda maestría de su patrón bajo arcos y grutas increíbles, acercándonos a escasos metros de recónditas y solitarias calitas. Todo un espectáculo de geología, de los efectos de la erosión del mar sobre las calcarenitas. Penetramos en grutas en las que la luz se filtra bajo sus aguas dando una luminosidad especial, jugando con los posibles azules del mar. Gruñonas y confiadas gaviotas patiamarillas nos acompañan durante el recorrido, y sargos y lisas que son posibles contemplar bajo sus cristalinas aguas.



Regreso al velero para el almuerzo a bordo: frango no churrasco y ensalada, acompañados de una fresca sangría.

La tripulación nos muestra la atracción de los sargos por los restos de pollo: bancos de ellos se arremolinan ante lo que se les arroja por la borda. No se desperdicia nada. También las gaviotas se aprestan al festín: los restos más grandes son deglutidos de una sola vez. Se nota que están acostumbradas a este suplemento alimenticio que les arrojan los turistas.


El regreso lo hacemos navegando a vela, aprovechando la fresca brisa que se ha levantado. Despliegan la mayor y el foque, que una vez calzadas, hacen que el velero navegue plácidamente hacia levante, costeando frente a Lagos y acercándonos a Portimâo de nuevo. Plácida navegación, como decíamos, sin el ruido acompasado del motor, y dejándonos mover por los elementos, que en poco más de dos horas, nos lleva hasta la desembocadura del Arade, al que remontamos en busca del embarcadero.
Cargados de sabor a sal, de cegadora luz y azules de horizontes infinitos, finalizamos esta escapada a Portugal, que como siempre, nunca nos defraudó.

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