Acercándonos a Tarifa
nuestra preocupación aumenta por el estado del tiempo. Soplan
fuertes rachas de Levante que como es muy habitual, pueden cerrar el
puerto y frustrar nuestra pequeña escapada. Los incontables
aerogeneradores a todo rendimiento dan buenas señales del aire que
corre. Pero tenemos suerte: el puerto está abierto y a las 11 de la
mañana , a su hora prevista, partimos en el ferry de FRS para
Tánger, una vez más. Adelantamos todo lo posible nada más embarcar
en el ferry , el sellado de nuestros pasaportes y evitar así las
largas colas que luego se forman. Una vez sellado el pasaporte,
podemos pasar el resto de la travesía asomados a la borda por el
único pequeño espacio que para ello dispone esta embarcación
rápida.
Contemplamos un mar azul añil
intensísimo, con penachos de espumas blancas que nos va separando de
la costa de Tarifa y acercándonos a la Bahía de Tánger, no sin
antes cruzarnos con el abundante tráfico de mercantes que se
encuentran pasando el Estrecho. Gracias a la diferencia horaria con
Marruecos, llegamos a la misma hora de la partida: 11 a.m.. Esta vez
si tenemos un vehículo esperándonos para trasladarnos al Hotel
Chelach, donde nos alojaremos, más céntrico y próximo al bulevar
Pasteur o a la avenida Mohamed V, arterias principales de esta enorme
ciudad, ya de casi un millón de habitantes.
Hotel con apariencia de
haber sido importante en épocas pasadas; con gran recepción y
salón, pero con un aire decadente que no deja de atraernos.. Pedimos
habitación con vistas al jardín-piscina, para rehuir de las que dan
a la avenida y sus posibles ruidos. Subimos así a la 4ª planta,
acompañados de un botones uniformado a lo turco, creemos. Habitación
con lo imprescindible, algo vetusta, pero limpia y con una amplia
cristalera a una pequeña terraza que da sus vistas al jardín.
Inmejorable orientación que hace que un cálido sol penetre y nos
haga olvidar el fresco que hemos dejado en la Península.
Salimos del hotel para
buscar la plaza de Francia, el café del mismo nombre y que tan
mítico nos resulta por lo que hemos leído de quienes lo
frecuentaban a finales de los 50: los intelectuales americanos de la
generación “Beat” que se refugiaron en Tánger. No nos es
difícil imaginar a Paúl Bowle, Jack Kerouac, Allen
Ginsberg....Sentados en el lujoso café y como los marroquíes
viendo pasar al paisanaje.
No dejamos de asomarnos
al mirador del denominado popularmente como de los “perezosos”.
Con sus cañones de bronce españoles apuntando hacia el otro lado
del Estrecho. No fallan allí los que sentados observan todo y dejan
pasar el tiempo, y los visitantes que ni por un momento dejan los
cañones para poder hacer alguna fotografía. Desde luego, las vistas
de la bahía de Tánger, del mar y de las costas españolas, hoy que
el día está claro, no pueden ser más impresionantes. Desde aquí
vamos al Gran Zoco y a su Plaza 9 de abril.
Buscamos la rua de la Kasbah y subiendo su empinada cuesta intentamos encontrar el restaurante Hammadi y no hay maneras. Al final , nos damos cuenta que lo hemos dejado a nuestra derecha nada más comenzar la cuesta. Es aquí donde vamos a almorzar, amenizados por una orquestina de música andalucí. Comida realmente mala y pensada para turista, lejos de la excelencia de la comida marroquí. Solamente la sopa harira se salva. Queremos enterarnos si tienen cena de fin de año, tal como anunciaban en la agencia de viajes y en la misma página web; pues no. Así que nos vemos en la tesitura de buscarnos algo para esta noche. Callejeando por el zoco, al final, como casi siempre, acabamos en el “petit zoco” y desde allí nos acercamos al Hotel Continental, donde nos hemos alojados tantas veces. Té desde su terraza contemplando el puerto y cena de gala que tienen ya completa. Vaya decepción...
Pues paseo marítimo adelante buscando donde celebrar este fin de año tan diferente. Preguntamos en los grandes hoteles con precios disuasorios de todas todas: 800 ó 900 Dhs. Por personas. Al final optamos por uno próximo al Hotel Solazur en la Av de Mohamed VI, con un menú y orquesta por 290 Dhs por persona. Menú nada marroquí, por cierto, más bien de cocina francesa: Nido de ensalada con frutos del mar, langordinos, lasañas o filetes con foie de pato.... Sin alcohol por supuesto: así que agua y refrescos. Orquesta toda con la monocorde y repetitiva música árabe, que llegó un momento a saturarnos. Local con todas sus mesas llenas de parejas y familias marroquíes ; casi con seguridad los únicos españoles éramos nosotros. Con expectación esperamos como será la entrada del año nuevo. Pues de lo más prosaico: Nada en la TV, que estaba conectada y que prosigue con su programación habitual y simplemente , por parte de la orquesta, una cuenta atrás y un feliz 2015, sin más gestos. Algunas bengalas paseadas por los camareros y poco más. Así que sin comer las uvas damos por terminada la cena y paseamos por un paseo marítimo lleno de discoteca o de simples paseantes.
Buscamos la rua de la Kasbah y subiendo su empinada cuesta intentamos encontrar el restaurante Hammadi y no hay maneras. Al final , nos damos cuenta que lo hemos dejado a nuestra derecha nada más comenzar la cuesta. Es aquí donde vamos a almorzar, amenizados por una orquestina de música andalucí. Comida realmente mala y pensada para turista, lejos de la excelencia de la comida marroquí. Solamente la sopa harira se salva. Queremos enterarnos si tienen cena de fin de año, tal como anunciaban en la agencia de viajes y en la misma página web; pues no. Así que nos vemos en la tesitura de buscarnos algo para esta noche. Callejeando por el zoco, al final, como casi siempre, acabamos en el “petit zoco” y desde allí nos acercamos al Hotel Continental, donde nos hemos alojados tantas veces. Té desde su terraza contemplando el puerto y cena de gala que tienen ya completa. Vaya decepción...
Pues paseo marítimo adelante buscando donde celebrar este fin de año tan diferente. Preguntamos en los grandes hoteles con precios disuasorios de todas todas: 800 ó 900 Dhs. Por personas. Al final optamos por uno próximo al Hotel Solazur en la Av de Mohamed VI, con un menú y orquesta por 290 Dhs por persona. Menú nada marroquí, por cierto, más bien de cocina francesa: Nido de ensalada con frutos del mar, langordinos, lasañas o filetes con foie de pato.... Sin alcohol por supuesto: así que agua y refrescos. Orquesta toda con la monocorde y repetitiva música árabe, que llegó un momento a saturarnos. Local con todas sus mesas llenas de parejas y familias marroquíes ; casi con seguridad los únicos españoles éramos nosotros. Con expectación esperamos como será la entrada del año nuevo. Pues de lo más prosaico: Nada en la TV, que estaba conectada y que prosigue con su programación habitual y simplemente , por parte de la orquesta, una cuenta atrás y un feliz 2015, sin más gestos. Algunas bengalas paseadas por los camareros y poco más. Así que sin comer las uvas damos por terminada la cena y paseamos por un paseo marítimo lleno de discoteca o de simples paseantes.