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jueves, 15 de mayo de 2014

Visita e interpretación de las Salinas y marismas de Bonanza




El pasado 7 de abril y dentro de las actividades de la XXVI Semana Cultural del CEPER Mardeleva, nos desplazamos a las salinas y Marismas de Bonanza. Allí tuvimos ocasión de comprobar que las salinas son ingenios humanos para aprovechar la energía del sol y las mareas y obtener sal común, o Cloruro sódico (NaCl). Para ello se valen de una serie de caños, compuertas y estanques de poca profundidad (esteros, lucios o cristalizadores), mediante los que una vez tomada el agua del mar, en este caso las de las mareas que remontan el río en la pleamar, hacerla circular hacia los esteros, cada vez de menos profundidad, favoreciendo la evaporación del agua salada y la concentración de las sales que lleva disuelta. Así hasta cuando la concentración es tan alta que estas sales cristalizan , apareciendo el objetivo buscado: la sal común.




Las marismas transformadas en salinas, con sus caños, sus muros y sus esteros proporcionan aporte de agua continuo, incluso cuando el resto de las marismas se desecan durante el verano, lo que facilita un hábitat idóneo para multitud de especies de aves que han sabido adaptarse a tan peculiares condiciones. Pudimos observar: cigüeñuelas, agujas, archibebes, correlimos, algunas espátulas y el llamativo flamenco, auténtico especialista de las aguas salobres donde capturan las artemias salinas, un pequeño crustaceo, que a su vez se alimentan de unas microalgas que contienen el pigmento rojo, causante en última instancia del rojo flamígero de parte de las plumas de tan elegante y mítica ave.




Durante el recorrido desde las Salinas de San Carlos hasta la ribera del Guadalquivir, con el muelle y el poblado de La Plancha, en la otra orilla y ya dentro del Parque Nacional de Doñana y su bosque de pinos que casi llegan al agua; además de deleitarnos con tan singular paisaje, pudimos reconocer algunas de las plantas características de las marismas: diversas especies de almajos, las más numerosas y de mayor cobertura en las marismas secas, sapinas, sosas, salados, y ya casi en las orillas y marismas inundables por las mareas, la cobertura casi monoespecífica de las spartinas.




Algún Milano negro nos sobrevoló en busca de alguna presa...
Paisaje de horizontalidad extrema, solo roto por las láminas de agua de los caños y los esteros, que con sus reflejos plateados dan algo de color a las grisáceas marismas. Verdes y rojos apagados de los almajos y verdor exuberante de los pinos de Doñana, con un Guadalquivir que discurre perezoso entre meandros de pronunciadas curvas.





Con esas imágenes, que seguro no dejan a nadie indiferente, dimos por terminado el itinerario; y como final merecido, aún tuvimos un rato de convivencia y “tapeo” en los cercanos pinares del Faro de San Jerónimo.